Rehacer Irán

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TEHERÁN – El presidente Hasán Rouhaní marcó recientemente el final de este primer año en su cargo no solo con sonrisas, sino también con más pruebas de sus gestiones con miras a la reforma interior y la reorientación geoestratégica. En el caso de Irán, esos dos imperativos han ido a la par durante mucho tiempo.

Rouhaní dice ahora que Irán estaría dispuesto a colaborar con los Estados Unidos en Irak. La terrible amenaza –tanto para los intereses iraníes como para los de EE. UU.– que representa el Estado islámico (antes, Estado islámico de Irak y Siria) ha aproximado, evidentemente, a los dos países. En los días posteriores al aniversario de la elección de Rouhaní, el ministro de Asuntos Exteriores de Irán, Mohammad Javad Zarif, venció su anterior reserva y expresó optimismo sobre la consecución de un acuerdo internacional sobre el programa nuclear de su país en el plazo original del 20 de julio, a más tardar.

Si se puede lograr la aproximación a Occidente, la retirada de las sanciones internacionales debidas al programa nuclear daría un enorme impulso a la política económica de Rouhaní y en eso es en lo que este ha invertido gran parte de su energía y capital político.

Al ocupar el cargo, Rouhaní tenía una prioridad clara: arreglar una economía devastada por ocho años de desgobierno demagógico del expresidente Mahmoud Ahmadinejad. Substituyó a los incompetentes matones de Ahmadinejad por un gabinete bastante capacitado y administradores expertos, y se ha lanzado a un ambicioso programa de desarrollo económico, ampliación de la atención de la salud y protección medioambiental.

Aunque Rouhaní ha avanzado poco en la lucha contra la inflación galopante, las empresas pequeñas y la clase media con espíritu empresarial parecen estar prosperando. A comienzos de junio, me encontré con un complejo de restaurantes caros, que se acaba de inaugurar frente al nuevo y lujoso Grand Hotel en Shiraz, abarrotado de clientes acomodados.

Rouhaní está cultivando intensamente los lazos con los Estados del Golfo, incluido Kuwait, a cuyo gobernante recibió en Teherán a comienzos de junio, antes de partir para una visita oficial a Turquía, donde firmó diez acuerdos encaminados a duplicar el comercio bilateral, hasta los $30 millones, en el 2015. En el frente medioambiental, Rouhaní está muy activo también deshaciendo los daños causados por su predecesor. La contaminación atmosférica, achacada de forma generalizada por quienes tienen enfermedades respiratorias a la “gasolina de Ahmadinejad”, de pocos octanos, ha disminuido visiblemente con la introducción de combustible de más octanos y otras restricciones.

Por último –y no se trata de lo menos importante–, Rouhaní ha lanzado su programa de seguro de salud y ha ordenado a los hospitales estatales, que son mayoría en el sector de la salud, que limiten los copagos por todos los gastos médicos al 10%. Rouhaní ha dejado bien claro que quiere pagar la nueva atención de salud, eliminando progresivamente los estipendios mensuales estatales abonados a más de 74 millones de ciudadanos registrados y que Ahmadinejad ofreció cuando eliminó una gran diversidad de subsidios.

El factor más potente que favorece a Rouhaní es el apoyo del ayatolá Alí Jamenei, dirigente supremo del país, a las actuales políticas internas del presidente, como también ha respaldado las negociaciones nucleares. A diferencia del predecesor de Ahmadinejad, Mohammad Jatamí, que actuó más como dirigente de la leal oposición que como jefe del Ejecutivo, Rouhaní ha colaborado estrechamente, como Jamenei.

En el discurso pronunciado el 4 de junio para conmemorar el 25 aniversario de la muerte del ayatolá Ruhollah Jomeini, Jamenei hizo suya plenamente la posición de los clérigos dirigentes alineados con Jatamí. Así, describió el régimen instituido por Jomeini como una democracia religiosa en la que todos los altos cargos del Estado, incluido el suyo, deben su legitimidad a la voluntad del pueblo expresada en las elecciones.

Pero Rouhaní necesita algo más que el respaldo de Jamenei, que tiene 74 años y padece problemas de salud. Como Moahmmad Reza Mahdavi Kani, de 83 años y presidente del Consejo de Expertos (el órgano de clérigos que elige al dirigente supremo), está gravemente enfermo, Ghorbanali Dorri-Najafabadi, miembro influyente de él y exministro de Inteligencia y Seguridad, ha propuesto que el Consejo elija ahora al sucesor de Jamenei. Está claro que la minoría selecta clerical está preocupada por el futuro de la dirección después de Jamenei. Si se iniciara pronto un proceso de sucesión, limitaría en gran medida el margen de maniobra de Rouhaní.

Las relaciones de Rouhaní con el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Iraní y otras fuerzas de seguridad son un motivo de preocupación más inmediato. El poco ceremonioso asesinato, en el mes pasado, de un hombre de negocios multimillonario, detenido por las fuerzas de seguridad y acusado de delitos de corrupción, parecíó reflejar la división tácita del poder entre el presidente y el aparato de seguridad de Irán.

No obstante, la tensión sigue a fuego lento bajo la superficie. Rouhaní parece haber detenido la expansión del imperio económico del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Iraní. Su comandante, el general Mohammad Alí Jafari, ha expresado en público su hostilidad al gobierno de Rouhaní, mientras que el general Hasán Firouzabadi, jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, ha respondido expresando su apoyo al presidente.

Sin embargo, en Irak es donde Irán afronta su más complicada mezcla de imperativo y oportunidad. Irán, decidido a impedir la desintegración del país, ha prestado apoyo político y militar al gobierno del primer ministro, Nouri Al Maliki, lo que parece alinear las políticas iraní y americana, pues los dos países están decididos a contrarrestar los avances de las fuerzas islamistas radicales en Irak y en Siria. El círculo de Rouhaní está totalmente preparado para abordar esta crisis hablando con los EE. UU.

Después de un año en el poder, el programa de desarrollo económico, limpieza medioambiental y mejora de la atención de la salud avanza sin problemas, pero, en vista de la incertidumbre del marco político interior e internacional, no hay garantías de éxito.

Mucho depende de si se logra un acuerdo nuclear con la comunidad internacional, y la probabilidad de ese resultado ha aumentado inesperadamente con el interés común de Irán y de los Estados Unidos por impedir el desplome de Irak.

Said A. Arjomand es profesor de sociología y director del Instituto de Estudios Internacionales de Stony Brook en la Universidad del estado de Nueva York, en Stony Brook. © Project Syndicate.