Reeducar a los agresores

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

El hombre agrede, la mujer denuncia, luego, producto de la misma relación de poder y abuso, ella perdona, y el hombre vuelve a agredir. En el caso de que la mujer supere –con ayuda sicológica, familiar e institucional–, el círculo de la violencia y abandone al victimario, este, con un falso discurso de cambio, y haciéndose pasar por víctima, buscará una nueva pareja, y a ella también la agredirá.

La novela de violencia parece no tener fin hasta que el agresor carezca de fuerzas para abusar física, emocional o patrimonialmente de su compañera. Peor aún, el bravucón no se marcha sin dejar pupilos en el camino; agresores en potencia que aprendieron, observando su comportamiento, cómo se debe tratar a las mujeres.

Esta dinámica tiene consecuencias fatales. Solo el año pasado 40 mujeres fueron víctimas de femicidio, mientras que en el primer trimestre de este 2012 la Fuerza Pública atendió, en promedio, 222 casos diarios de violencia doméstica.

Ante tal realidad, y en el marco del Día Internacional de la No Violencia contra las Mujeres, celebrado el domingo anterior, es imperativo ejecutar estrategias para trabajar con los agresores, reeducarlos y concientizarlos, así como maximizar esfuerzos para prevenir conductas machistas y violentas en las nuevas generaciones. El objetivo, al final de la jornada es darle algún tipo de contención al hombre que ya es agresor, para evitar que siga agrediendo, así como formar a niños y jóvenes con conciencia de género y con capacidades para resolver conflictos sin recurrir a la violencia.

Siguiendo esa dirección, el Instituto de Masculinidades Wem realiza desde hace siete años talleres sobre masculinidad, y brinda capacitaciones en temas concretos sobre manejo de ira, control de los celos y paternidad responsable, con la finalidad de que los participantes desaprendan los conceptos equivocados sobre lo que significa ser hombre. Los imparte en siete cantones. Cada semana, en total, asisten unos 500 hombres.

La iniciativa es plausible y es el primer paso de una estrategia que debería ser política pública. Sin embargo, es necesario que haya un mayor involucramiento de las instituciones públicas y privadas.

El Ministerio de Salud, la Caja Costarricense de Seguro Social, el Viceministerio de Paz, las distintas municipalidades y la empresa privada (dentro del objetivo de responsabilidad social empresarial) deben unirse a la propuesta de Wem y así participar de forma más activa en la lucha contra la violencia de género, un problema de salud pública cuya respuesta necesariamente tiene que ser integral.

Por su parte, el Ministerio de Educación debe trabajar en la formación ciudadana de hombres y mujeres sensibles ante la inequidad de género, empezando con cuestionar los mandatos del patriarcado. Ya se dio un avance, pues el nuevo programa de educación sexual que se impartirá a partir del próximo curso lectivo incluye el tema de la construcción de la masculinidad, lo que deja aflorar la esperanza de un mejor mañana.

Todo este trabajo servirá como un complemento a la labor realizada por el Instituto Nacional de la Mujer, de atención, ayuda y apoyo a las miles de mujeres que son víctimas de agresión en el país más feliz del mundo. También es incuestionable la necesidad de una Fuerza Pública más comprometida y ágil en atender los auxilios de las agredidas y en vigilar que se respeten las medidas cautelares impuestas a los agresores.

En esta misión por reeducar al agresor y prevenir la violencia, todo ciudadano y ciudadana juega un papel clave. Todos y todas podemos contribuir en la construcción de un país más equitativo en materia de género; lo primero es repensar nuestras propias actitudes, analizar nuestras conductas, reflexionar sobre el ejemplo que damos y cuestionar nuestro propio machismo.