Recordando a Raquel (1972–2010)

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La música es el corazón de la vida.

Por ella habla el amor; sin ella no hay bien posible

Y con ella todo es hermoso.

Franz Liszt

Raquel Ramírez Barquero, mezzosoprano y una de las mejores voces de Costa Rica, nació en San José el 14 de agosto 1972, y su temprana partida, el 6 de enero del 2010, nos ha llamado a revalorar su legado en el canto lírico costarricense. En el devenir de su carrera fue calificada como una voz sin límites, que llevó al máximo esplendor el dominio vocal, la interpretación y el dominio escénico, con méritos reconocidos nacional e internacionalmente.

Raquel desde muy joven eligió como forma de vida el canto, e inició su formación académica y artística en el Conservatorio Castella para luego formalizar su especialidad en canto en la Universidad de Costa Rica, lo que le llevó a ser la directora del coro “Heredia Canta” del Centro de Estudios Generales de la Universidad Nacional y de la Cátedra de Canto de la Universidad de Costa Rica. Como profesora se dedicó a enseñar lo que consideró sublime, el canto, convirtiéndolo en su modus vivendi.

Entre sus múltiples interpretaciones se encuentran: “Réquiem” Op.9 de Duruflé, “El Mesías” de Haendel, “Gloria” de Vivaldi, “Rigoletto” de Verdi, “El barbero de Sevilla” de Rossini entre muchos otros, así como la “Carmen” de Bizet (Mercedes), “Don Giovanni” de Mozart (Doña Elvira), “Falstaff” (Mistress Quicly), además de cantar en los montajes escénicos de Stefano Poda “La isla de los Cipreses”, “Lacrimosa”, en el estreno mundial del musical “Rasur” de Carman Moore y en la zarzuela “Luisa Fernanda” (Luisa). En la interpretación del Lieder podemos hacer referencia, entre otros, a Franz Schubert, Robert Schumann, Fanny Mendelsohn, Clara Schumann, Josefin Lang, “Canciones de Madagascar” de Ravel y “Cuatro canciones serias” de Brahms entre otros.

Durante su carrera participó como solista con orquesta, con distintos ensambles de música de cámara en importantes auditorios, teatros y salas de conciertos en California, Cuba, Puerto Rico, México, Guatemala, Nicaragua, Panamá, Costa Rica, Colombia, Venezuela, Perú y Barcelona (España).

Además de la belleza de su voz, Raquel se destacó por su belleza interior, de un espíritu noble, siempre tenaz y lleno de paz.

Nunca perdió de vista su procedencia concatenando su legado artístico con su rol de hija, hermana y madre.

Por el lado materno, perteneciente a una familia de cantantes, con “objetividad” me resulta imposible precisar la diferencia material y transcendental de la belleza de su voz con su belleza personal, lo que equivale decir, que entre ellas lo único en que difieren es el espacio y el momento donde enfocaba su empeño, una en la cotidianeidad, en su entorno más íntimo y la otra sobre el escenario, resplandeciente e imponente, como una diva.

En este sentido, la relación que existe entre el canto y su sensibilidad constituye un binomio perfecto, atractivo, que favoreció a Raquel en todo su quehacer artístico, propiciando relaciones con grandes figuras del canto lírico más allá de nuestras fronteras. Esa sensibilidad también le permitió compartir sueños y esperanzas con jóvenes, procedentes de todos los sectores de nuestra sociedad, hacia un pleno desarrollo de su potencial artístico.

Asimismo, la fortaleza de su espíritu la conjugó con su talento, convirtiéndose en una persona apasionada con lo que hacía. Desde muy joven despertó en ella el deseo irresistible de llegar a triunfar en el canto y tomada la decisión de una vez y para siempre supo llevar su carrera con consistencia, disciplina, inteligencia y dedicación. Enfocada en lo que quería, sin ninguna determinación materna o familiar, establecimos una disciplina en el trabajo técnico-vocal que posteriormente seguiría perfeccionando con Zamira Barquero, su tía.

En esos momentos, la práctica vocal llegó a constituirse en una necesidad para el desarrollo de su talento, logró un timbre vocal propio, que la convirtió realmente en una de las grandes figuras del canto nacional.

Es importante enfatizar sus logros en el ámbito nacional e internacional, siendo el canto lírico un medio artístico difícil y exigente, de pocas oportunidades para muchos, por lo que sus éxitos en el escenario son admirables y dignos de recordar.

La pérdida de esta gran voz es insustituible e insuperable y la convierte en un ícono en la historia del canto en Costa Rica.

Amelia Barquero Trejos. Profesora de canto y madre de la mezzosoprano Raquel Ramírez Barquero