Recope como empresa de bioprocesos

Es posible tener a Recope integrado a la realidad y dinámica nacionales y no aislado

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Aceptémoslo, la refinería de Soresco está muerta. En realidad nunca fue factible. El proyecto de hidrógeno para combustible solo ha generado costos y expectativas no cumplidas, y, sobre todo, no es viable económicamente. El biodiésel solo es competitivo usando grasas de desecho, pero si se compra la materia prima a precio de mercado incrementa el precio del combustible hasta en un 100%.

La planta de biodiésel que tiene Recope en Ochomogo ha costado varios cientos de miles de dólares y ha producido algunos litros durante todos los años que ha estado instalada. El banco de motores que tiene no sabemos en qué lo usa o su beneficio tangible para el país. Llevan varios decenios tratando de ponerle alcohol a toda la gasolina y todavía no pasa… y así sucesivamente caso tras caso.

Podríamos decir que cuando no se tiene claro hacia dónde ir, cualquier ruta es buena y lo importante es mantenerse ocupado para mantener la planilla. ¿Cuántos profesionales y trabajadores se justifica mantener en una empresa que ni refina, ni genera alternativas sustantivas para el desarrollo del país más allá de la importación y distribución de combustibles? No muchos.

Anualmente se importan en hidrocarburos entre $1.000 millones y $2.000 millones dependiendo del valor de mercado mundial, de tal manera que cualquier monto que podamos reducir de esa importación, y pueda ser substituida por producto local, se vuelve doblemente importante, pues potencia el crecimiento del mercado interno y reduce el uso de divisas para importación.

Nuevo combustible. ¿Sabía usted que el primer motor de diésel que se construyó operaba con aceite de maní y que este gradualmente fue substituido por hidrocarburos? En Ingeniería Química de la UCR se hizo la investigación básica y se probaron los parámetros de calidad de mezclas de diésel y aceite semirrefinado de palma hasta un 20% v/v (puede ser cualquier aceite con modificaciones), y encontraron que la mezcla cumple con todos los parámetros de calidad para diésel que tiene el país.

Si el precio internacional del aceite de palma está actualmente en $705 por tonelada, entonces con un 10% de incremento en el precio por efecto de acondicionamiento y aditivos para mejorar el desempeño ambiental y un 15% de ganancia para Recope, el costo final para el distribuidor sería de ¢308 por litro de mezcla, frente a los ¢279 actuales. Se reducirían las emisiones en más de un 20% y el ahorro o inversión local sería de $200 millones anuales.

Esto son 60.000 hectáreas incrementales de palma africana y 15.000 empleos directos que podrían ser distribuidos en pequeñas cooperativas o empresas de 1.000 hectáreas por planta. Y la tecnología requerida es muy básica.

Más aun, integrando biodigestión y tratamiento de efluentes se puede cerrar parcialmente el ciclo de fertilización, produciendo en adición vegetales para consumo local e insumos para alimentación animal o electricidad renovable.

Las mismas funciones. ¿Cuál sería la función de Recope? Básicamente la misma que ha efectuado al día de hoy (comprar, analizar la calidad y liberar los lotes de producto aptos para consumo nacional en los diferentes centros de producción y distribución), además de garantizar en el futuro con contrato la compra del producto libre o mezclado de acuerdo con sus especificaciones técnicas.

Una vez que demuestre su capacidad de gerenciamiento, podrá desarrollar con credibilidad proyectos más ambiciosos en bioprocesos que aprovechen la biomasa nacional disponible para producción de biocombustibles que reemplacen hasta en un 100% la importación de hidrocarburos.

O sea, tendremos un Recope integrado a la realidad y dinámica nacionales y no aislado, por lo que, después de todo, tal vez todavía sea rescatable. De otra manera lo iremos viendo reducirse hasta que finalmente no lo extrañaremos más… ni a sus empleados tampoco.

El autor es ingeniero químico.