Racionalidad y peajes

No existe racionalidad económica en la estructura de peajes de nuestras carreteras

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Los precios en economía sirven para orientar la toma de decisiones. Así como los puntos cardinales nos permiten orientarnos en las direcciones y las ubicaciones espaciales, los precios cumplen dentro de la sociedad una función orientadora, pues nos permiten conocer la escasez relativa de los bienes o servicios en la economía.

Desde hace varios siglos, Adam Smith, economista escocés del siglo XVIII, nos indicaba que aquello que abunda debería tener un menor valor que aquello que escasea. Los precios, entonces, cuando están correctamente calibrados, sirven para orientar racionalmente la toma de decisiones.

¿Qué función cumplen, entonces, los peajes, principalmente los de la ruta 27, a propósito de las desproporcionadas presas de autos cada día? Hasta el momento, solo sirven para cobrarles a los usuarios el espacio de la capa asfáltica que utiliza. Es decir, solo afecta la decisión de usarla o no; o bien, afecta la forma de cómo será utilizada, sea por medio del vehículo propio o bien por medio de un autobús, taxi u otro.

Tampoco nos limita en términos de qué día u hora se utilizará la carretera. Esto quiere decir que el peaje no se ha establecido como un mecanismo de precios que refleje los escasez relativa del espacio en la autopista.

La evidencia es clara, con solo observar las enormes colas de varios kilómetros de extensión en ciertos momentos y días de la semana, y ni se diga de los fines de semana largos, mientras en otros momentos la carretera pasa prácticamente vacía.

Mecanismo distinto. Lo razonable sería convertir el peaje en un mecanismo de precio. ¿Por qué se cobraría igual a la persona que utiliza el peaje a las 11 p. m. del lunes que al que lo utiliza a las 7 a. m. ese mismo día? ¿No seríamos varios los interesados en modificar nuestro (adelantar o retrasar) viaje de regreso desde el Pacífico central, si la tasa de peaje fuera cuatro veces mayor a la tarifa normal en determinada franja de horario como, por ejemplo, los domingos de 1 p. m. a 6 p. m.? ¿Existirán algunos que estén dispuestos a pagar más por carreteras que permitan transitar menos congestionadas y con esto ahorrar tiempo?

Es evidente que un mecanismo de discriminación de precios de peajes permitirá una mejor asignación en el uso de ese espacio físico tan limitado. Los precios deberían reflejar justamente el impacto que se les impone a los demás.

Si todos deseamos utilizar simultáneamente el espacio, deberíamos pagar más por ese uso en ese momento, que aquel que la utiliza horas después, este incluso debería no pagar nada, pues el costo que le impone a la sociedad es prácticamente nulo.

Es un asunto de oferta y demanda en operación. No se resuelve el problema quitando los peajes, o ampliando las vías, o incluso restringiendo el uso. Estas soluciones solo resuelven parcialmente el problema.

El problema de la congestión radica en que utilizar ese espacio significa que otro no lo puede usar, por tanto, deberá este pagar más por el uso. Esto es lo racional. En síntesis, no existe racionalidad económica en la estructura de peajes de nuestras carreteras.

El autor es economista.