¿Quién se da cuenta?

Niños, niñas y jóvenes deben ser tratados con dignidad

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¿Quién no ha sido objeto de algún tipo de violencia? O peor, quién no ha realizado un acto violento hacia otro, aunque este haya sido por omisión. Si hacemos un rápido ejercicio de revisión, encontraremos que, en algún momento, todos y todas hemos sido objetos o sujetos de violencia. Las violencias –pues no existe una sola–, son parte sustancial de lo humano, según lo propuso Hannah Arendt hace varias décadas. Eso no quiere decir que no se haga nada con ella. En la escuela o la secundaria, las violencias suceden todos los días; se evidencian de diversas formas e impactan a quienes las viven. La violencia no aparece de la nada. ¿Cuándo surge? Cuando se viola o se priva al ser humano de algo que le es esencial como sujeto: la integridad física, psíquica, sus derechos, su libertad, su palabra, su voz. En los centros educativos, sean estos públicos o privados, las relaciones tanto entre jóvenes como entre docentes y alumnos, están en permanente tensión. Lo cual es absolutamente esperable. Lo que no es consecuente con el interés superior del niño y la niña es que cuando aparecen situaciones de violencia, no se atiendan como se requiere.

La permanente detección, revisión y atención de las situaciones que ponen en riesgo a niños, niñas y jóvenes en colegios, no es una acción cualquiera: es un deber de responsabilidad hacia ellos y ellas. El cómo hacerlo requiere una planificación adecuada que contemple contexto, formas y tiempos.

Cuando alumnos y alumnas participan activa o pasivamente en situaciones violentas, por ejemplo en los colegios, estas ¿son registradas?, ¿analizadas?, ¿atendidas? ¿Quién nota la burla, la zancadilla, el robo de la comida de una lonchera, el sufrimiento de aquel a quien le quitan el campo en el bus? ¿Qué se hace cuando su hija o hijo ha sido excluida/o de una actividad? ¿Qué pasa cuando se sube una imagen de su hijo o hija en Facebook o se manda masivamente a todos los teléfonos para burlarse de él o ella? Pleitos, bullying , amenazas, discriminación, tentativas suicidas. ¿Quién se da cuenta? Todos se dan cuenta.

¿Se hace algo al respecto? ¿Qué se hace? ¿Tiene efectos? Y, si no se hace nada, ¿qué mensaje les transmitimos? Actuar es urgente, ¿cómo hacerlo para no generar más violencia? La atención a jóvenes debe incluir su palabra.

Debemos escuchar lo que dicen no solo de este fenómeno humano, sino conocer lo que piensan sobre los temas más importantes de sus vidas. Sobre todo para saber cómo apoyarles, ayudarles, acompañarles. Para que no se sientan violentados, hay que abrir alternativas distintas a las tradicionales. La implementación de metodologías de participación activa promueve en cada joven una posición emprendedora y responsable. Todos los niños, niñas y jóvenes deben ser tratados como se lo merecen, con todas las oportunidades y respeto a sus derechos; con amor y ternura. Estamos desaprovechando la potencia que surge de las ideas y la energía de la juventud. Hay formas de trabajar con jóvenes que promueven una socialización inclusiva. Son fórmulas que armonizan con la innovación y la educación de calidad. Es solo querer apostar a esa lógica. Es querer una sociedad en la que nadie quede por fuera. En la que todos ganemos, sobre todo nuestros hijos e hijas. No olvidemos que el futuro se construye en las acciones u omisiones de hoy.

Etty Kaufmann Kappari Psicoanalista, Consultora en Educación, Derechos, Niñez y Juventud, GRUPO SIGNO