¿Quién necesita la adecuación “curricular”?

Este es el momento para diseñarle una adecuación curricular al sistema educativo

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Las declaraciones del Sr. ministro de Educación, sobre abusos en las adecuaciones curriculares, podrían abrir un debate constructivo sobre el tema. Las “disfunciones” académicas no se aprecian “a simple vista”: una persona con problemas de aprendizaje, “luce” igual por fuera que un estudiante sin dificultades, pero, a nivel de funciones ejecutivas puede presentar enormes fallas, aunque tenga un alto coeficiente intelectual. En casos graves, esas disfunciones en la práctica pueden llegar inclusive a casi incapacitar a la persona.

Soy una mamá que escogió informarse por sus medios: no soy una experta, pero he percibido que los Departamentos de Pedagogía, en general, requieren de mayor independencia funcional para que su diagnóstico prevalezca sobre criterios empíricos, de oportunidad o conveniencia de la institución, de los profesores y hasta de los padres, quienes pueden “contaminar” y perjudicar su abordaje técnico.

Dificultades académicas. El Trastorno por Déficit de Atención, con o sin hiperactividad (DA o DAH), por ejemplo, es una condición que puede afectar el rendimiento del estudiante, pero hay otras: el Asperger , los trastornos psiquiátricos, los trastornos afectivos y de conducta, también interfieren el proceso de aprendizaje y requieren un abordaje interdisciplinario de sicólogos, sicopedagogos, pero además de siquiatras y neurosicólogos, que aborden la historia del estudiante, desde la genética, las dificultades prenatales y al nacer, accidentes, golpes en la cabeza, etc.

Las dificultades de aprendizaje mal atendidas y abandonadas generan gran frustración y dolor en el estudiante y la familia, minan la autoestima hasta del más listo, lo que a su vez puede acarrear, problemas de comportamiento: trastorno oposicionista desafiante, conducta antisocial, sociopatía, e incluso escalar a conductas delictivas.

No es casualidad que un alto porcentaje de privados de libertad presenten baja escolaridad. Una pequeña investigación de unos estudiantes de la UCR evidenció que dicha población se consideraba “muy brutos” para los estudios, hasta que el sistema educativo los expulsó, por acción u omisión.

Más que ser distraído. Olvidar tareas o perder cosas, es la punta inofensiva del enorme iceberg de dificultades que enfrenta diariamente la persona con DA, y que a menudo los demás no perciben, algunas graves: el alto índice de accidentes que sufren (en EE. UU. les recargan la póliza de automóviles), la tendencia al consumo de drogas, la inestabilidad personal y laboral, insomnio, y la lista de comorbilidades, de las que nunca le explican a uno nada.

Muchas de estas personas libran una lucha interna contra lo desconocido, se sienten culpables y reciben como “adecuación curricular” el juicio moral de los demás y castigos inconducentes, en parte por la miopía de un sistema educativo y una sociedad, que en general no ofrece lo adecuado para ayudarlos. En países desarrollados, esta condición se atiende como un problema de salud pública.

Los adultos con dificultades académicas que crecieron en los tiempos en que el mal rendimiento se corregía a fajazos o sacando al hijo de la escuela, hoy son miembros de la “generación perdida” que mencionó un editorial de este periódico; llevan vidas desastrosas y desordenadas, sobreviviendo con mil esfuerzos del caos personal, por algo que hoy es tratable eficazmente con adecuaciones técnicas y tratamientos.

El tema de la deserción. La valentía del ministro de Educación, en su lucha contra la deserción, se completará si se abordan los problemas de aprendizaje, seria, efectivamente y con la mirada puesta en el futuro de esas personas.

Si el informe del Estado de la nación señala que nos enfrentamos a una crisis educativa como la de los años ochenta –esta vez por la calidad de la educación–, este es el momento para diseñarle una adecuación curricular al sistema educativo para que no siga reprobando.

¿Quién se atreve?