¿Qué tienen en común Costa Rica y el ALBA?

Costa Rica no necesita actuar con el ALBA para promover y defender sus posiciones y principios

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Con una feroz y negativa crítica se ha atacado la decisión tomada por el presidente de la República de levantarse del escaño antes de que el presidente de Brasil, Michel Temer, pronunciará su discurso ante la Asamblea General de la ONU, como muestra de insatisfacción a hechos ocurridos en ese país, una “demostración silenciosa”, una de las más educadas en el “lenguaje diplomático”, cuyas consecuencias fueron previamente valoradas.

Independientemente de las discusiones sobre el fondo y la forma de la decisión, quiero referirme a la coincidencia de que algunos otros países (nadie ha podido demostrar cuántos ni cuáles a ciencia cierta), también se retiraron del recinto (solo me consta Ecuador, pues ocupaba el escaño posterior al de Costa Rica) por las razones que solo a ellos corresponde referirse y que, según ellos mismos han expresado, son muy distintas a las de Costa Rica.

Desde el inicio de esta administración han sido recurrentes, malintencionados y, sobre todo, infructuosos, por carecer de fundamento, los intentos de ligar el gobierno al ALBA. Pero, realmente, ¿tiene Costa Rica algo en común con las posiciones que, como grupo o bloque político, asume y defiende el ALBA? La respuesta es sencilla y obvia: nada.

Falta de evidencias. No hay un solo país en la arena internacional que ligue a Costa Rica con las posiciones del ALBA; sin embargo, a nivel local, hay un empeño claro en hacer ese ligamen, que no existe y cuya base solo puede ser el aire y nada más. No he escuchado ni visto indicios ni evidencia que logren demostrar que Costa Rica defienda posiciones con el ALBA. Nada, así de simple.

Costa Rica no necesita actuar con el ALBA para promover y defender sus posiciones, valores y principios que nos identifican y que son irrenunciables, que son parte de lo que hemos abogado insistentemente desde el inicio del gobierno: una política exterior de Estado.

El representante de un país grande y poderoso me consultó sobre la coincidencia a la que he hecho referencia y me dijo “es que no sabíamos”.

Mi respuesta fue simple, ahí tiene la mejor evidencia de que no actuamos en coordinación con nadie, pues de haberlo coordinado, “ustedes lo habrían detectado por medio de su inteligencia diplomática”.

Soy testigo directo y presencial de la verdad real de los hechos. Estuve ahí y sé lo que ocurrió. Hasta bajo juramento lo confirmaría, pues hablo con la verdad.

Sé que estas líneas podrían no convencer a aquellos que han repetido cosas que no son ciertas, que no se apegan a la verdad; sin embargo, y “para el expediente”, es necesario que se digan las cosas como sucedieron.

Ataques. Aspiro a creer que aquellas personas que han repetido los mismos argumentos tienen en lo profundo de su conciencia el convencimiento de que las cosas no son como las han dicho y que encontraron, según ellos, una excelente oportunidad para atacar al menos tres aspectos: al gobierno en general; al presidente, por ser la materia de política exterior una de las áreas en las que mayor experiencia tiene; y al canciller, que con los aciertos y desaciertos propios de tomar y ejecutar decisiones todos los días, su trabajo y el de sus colaboradores ha sido satisfactoriamente calificado por expertos, la ciudadanía y las encuestas.

Otra mentira descarada es decir que hemos sido pusilánimes, tolerantes con situaciones graves que se dan en otros países, como Venezuela. Nada más alejado de la realidad.

Si 13 comunicados y declaraciones escritas y cinco intervenciones en sitios como el Consejo Permanente de la OEA y el Consejo de Derechos Humanos de la ONU no son muestras claras de nuestra posición sobre el tema, ya sería difícil de explicar de otra manera.

¿Cuántas de las personas que repiten nuestro supuesto desdén sobre Venezuela y la “supuesta incoherencia” de nuestra política exterior se han interesado en leer al menos una de las 18 referencias indicadas? Con seguridad muy pocas o ninguna.

Con sincera humildad les digo que desearía que el resultado de toda la “discusión” hubiese sido otro. Que sirviera para un ejercicio del que, con argumentos sólidos y ciertos, pudiéramos aprender lecciones positivas. Lamentablemente, eso no se dio.

Solamente he visto insultos y ofensas que se copian entre unos y otros, alimentándose entre sí con la inerte discusión.

Lástima, otra oportunidad perdida para un verdadero debate nacional sereno y bien fundamentado.

No señores, la coincidencia no da ni siquiera para hacer la pregunta de si Costa Rica tiene algo en común con el ALBA, como bloque político.

El autor es ministro de Relaciones Exteriores.