Que se ajuste la llave

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Cual tubería abierta, en este país se gradúan por año aproximadamente 28.000 profesionales en educación y ciencias sociales. Esto representa un 69,3% del total de los títulos otorgados por las universidades costarricenses, según los últimos datos del IV Informe del Estado de la Educación. Ciertamente, el país requiere de buenos educadores, abogados y sicólogos; pero definitivamente no tantos.

Ciencias Sociales colmadas. Por ejemplo, en el campo de la educación, el MEP (que constituye el principal empleador, con el 90% de los asalariados) indica que cada año puede colocar menos del 15% de los 10.600 graduados. Adicionalmente, por las características del sistema educativo público, los pocos contratados tendrán que desempeñarse en centros educativos pequeños y, generalmente, alejados de los grandes centros de población.

Esa es la realidad: las posibilidades que tiene un recién graduado en educación para ejercer su profesión son muy restringidas. Prueba de esto es que, seguramente, todos conocen a algún educador desempleado, subempleado o trabajando en otra cosa.

Esto es algo que deben considerar quienes hoy optan por estas carreras así como quienes las están ofreciendo. Es perturbador ver cómo los jóvenes invierten tiempo y recursos en algo que, posiblemente, terminará en frustración y, a la larga, en un problema social.

Asimismo, es preocupante que solamente 15 de las 260 carreras de educación estén acreditadas, lo que hace la situación aún más compleja, no simplemente en términos de cantidad, sino también de calidad. Esto naturalmente tiene repercusiones sobre el nivel de los procesos de enseñanza-aprendizaje que están recibiendo los niños y jóvenes del país.

Solo por demanda. Por otro lado, datos del mismo Informe se señala que los graduados en áreas de ingeniería representan solamente un 6,3% de todos los títulos emitidos. Considerando que este país está en transición hacia una economía basada en el conocimiento y la innovación, lejos de cerrar la llave para el acceso estudiantil a esas carreras, más bien hay que abrirla.

Esta consideración es respaldada por estudios de la Oficina de Planificación de Educación Superior, entrevistas a empleadores, información recolectada en las ferias de empleo, y hasta por la frecuencia de los anuncios en los diarios, que señalan que los ingenieros cuentan con numerosas oportunidades de empleo y que de estos profesionales se necesitan muchos más.

Al respecto, será fundamental que las universidades consideren, en el corto plazo, redefinir el número de cupos asignados a las diferentes carreras. Por ejemplo, es cierto que pocos estudiantes se deciden por las ingenierías, pero también es cierto que muchos de los que concursan para entrar a esas carreras se quedan por fuera, por la cantidad de espacios asignados. Esto podría resolverse rápidamente con buena planificación de las entidades rectoras.

Otras medidas. También, compete a las universidades valorar el cierre temporal de algunas carreras que presentan sobreoferta de profesionales. Esta decisión, de cerrar o abrir la llave, naturalmente deberá ser considerada a la luz de su autonomía o de sus facultades como entes privados, según sea el caso.

Costa Rica debería proponerse duplicar en los próximos 10 años la cantidad matriculados en educación terciaria, pero otorgando un mayor peso a las ingenierías y las ciencias.

Para hacerlo, habrá que superar paralelamente otro desafío quizá aún mayor: duplicar el porcentaje de graduados de la educación secundaria diversificada, donde los jóvenes cuenten con sólidas bases en matemáticas, ciencias y con mayor claridad sobre sus inclinaciones cognitivas y vocacionales.

El reto es grande y urgente. De la precisión con que se regule la llave dependerán las posibilidades de aumentar la competitividad del país.