¿Qué ha cambiado del 1513 al 2013?

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Ante críticas de algunos humanistas –dentro de los que sobresalía el cura Bartolomé de las Casas– contra los vejámenes infligidos por los conquistadores sobre los pueblos indígenas, los monarcas españoles hicieron consultas dirigidas a “legalizar” y justificar sus objetivos y sus métodos. Como resultado de esas consultas, en 1513 la monarquía emitió un documento denominado “Notificación y Requerimiento que se ha dado de hacer a los Moradores de las Islas en Tierra Firme del Mar Océano que aún no están sujetos a Nuestro Señor”, más conocido como El Requerimiento.

Al inicio se informa que el documento es emitido “… de parte del rey, don Fernando, y de su hija, doña Juana, reina de Castilla y León, domadores de pueblos bárbaros…”. Se instruye al conquistador, al que tenía el poder militar, a leer El Requerimiento antes de cualquier acción armada de conquista. Ahí se informa que los monarcas españoles estaban autorizados “para regir el mundo, y juzgar y gobernar a todas las gentes, cristianos, moros, judíos, gentiles o de cualquier otra secta o creencia que fueren”. Se amenazaba a los indígenas, anunciándoles que, si no aceptaban los términos solicitados por los conquistadores, “os haremos todos los males y daños que pudiéramos, como a vasallos que no obedecen ni quieren recibir a su señor y le resisten y contradicen”. Finalmente, El Requerimiento advertía “que las muertes y daños que de ello se siguiesen sea a vuestra culpa y no de Sus Majestades, ni nuestra, ni de estos caballeros que con nosotros vienen”.

Amos del mundo. Aparte de la candidez y transparencia con que los monarcas españoles se autoproclamaban amos y señores del mundo, ¿en qué han cambiado los argumentos y amenazas de los países poderosos después de cinco siglos? Los conquistadores argumentaron que sus espadas se desenfundaban contra los empera-dores aztecas e incas, en parte para proteger a los indígenas de los rituales que implicaban el sacrificio de humanos y el canibalismo; hoy se defiende el uso de misiles tomahawk para proteger a los sirios de armas químicas. El Requerimiento ponía condiciones para justificar el ataque y la muerte; hoy se fijan líneas rojas que no deben cruzarse. El monarca español buscaba justificar sus ataques en nombre del cristianismo, de la salvación del alma de los indígenas y para evitar abusos por parte de sus líderes; hoy se justifican las intervenciones en nombre de la democracia y para proteger al pueblo sirio –ayer al iraquí– de las maldades de su presidente. Hace 500 años se acudía a juristas para legalizar la masacre; hoy se apela al Capitolio para que todo parezca dotado de constitucionalidad.

Hace 500 años la monarquía española se autonombró como juez y policía del nuevo continente, encargada de que los pueblos indígenas no “sufrieran” de la ignorancia, de los sacrificios de humanos y del infierno por no ser cristianos. Hoy ciertos políticos de Estados Unidos –por fortuna no todos– consideran que su país es el policía del mundo , autodotado de poderes u obligaciones para juzgar cuál guerra civil se justifica y está liderada por Freedom Fighters , y cuál no se justifica porque está liderada por terroristas o fundamentalistas. Esos políticos escogen cuáles dictadores son aceptables y cuáles detestables, cuáles violaciones a los derechos humanos obedecen a objetivos superiores y cuáles deben combatirse, con cuáles armas se puede matar (¡y hacer negocios!) y cuáles son prohibidas, cuáles países pueden tener un arsenal nuclear y a cuáles deben satanizarse como epítomes del mal por intentar tenerlo.

Acciones militares. Sus juicios sobre la moralidad de cada atrocidad y cada arma no se quedan en manifiestos o protestas, sino que se expresan en acciones militares, ya sea para protegerlas y promoverlas o para atacarlas. Con la certeza de su superioridad militar y las nuevas tecnologías de guerra con drones o desde un barco en altamar o desde un avión volando por sobre las nubes, esas acciones militares no son el resultado de valor o coraje, pues solo un lado sufre la muerte de civiles, incluyendo niños; solo en un lado lloran madres y se llenan ataúdes.

En Estados Unidos, en el home-front , la normalidad y el show sigue. El votante que elige a algunos de esos políticos-policías-jueces globales, desde la comodidad de su sofá y con un control remoto en sus manos observa por unos minutos las luminosas explosiones de los bombardeos, para dedicar la mayoría de su tiempo-TV a disfrutar una sitcom o dar seguimiento a su reality show favorito, nada de lo cual es descontinuado por la guerra del momento.

Pero ¡oh tiempo sin historia! El rey español manchó su espada con sangre de indígenas, habiendo sido investido por el líder de la “religión del amor”, el papa Alejandro VI, para sembrar el cristianismo en el Nuevo Mundo; el presidente Obama quiere lanzar sus misiles habiendo sido investido como premio Nobel de la Paz.

Pareciera que todo se repite, que la civilización, la verdadera, sigue esperando su tiempo... y que el Comité del Premio Nobel de la Paz es tan pobre en discernir como lo era el Vaticano de hace cinco siglos.

Ojalá que el Gobierno y la Asamblea Legislativa oficialmente expresen repudio tanto a la utilización de armas químicas como a esta posible guerra…, y de paso demuestren que Costa Rica sí ha salido de la Edad Media.