Puentes que duran para siempre

Como el constructor del puente de Alcántara, en España, en Costa Rica es necesario desarrollar una visión a largo plazo

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En uno de los pilares del puente de Alcántara, España, una frase en latín dice que el puente fue construido para durar toda la vida. Erigido sobre el río Tajo entre el primero y el segundo siglo de nuestra era, sigue en uso, confirmando su dedicatoria.

Muchos eventos nos recuerdan que como país no siempre ha primado la visión a largo plazo, algunas obras fueron hechas por casualidad, como reacción a emergencias, o, en el mejor de los casos, con vistas a unas cuantas décadas.

La Sabana, por ejemplo, se debe a la buena ventura del padre Manuel Chapuí, quien donó los terrenos a los pobladores de Mata Redonda, en 1783. San José, ciudad capital, denota en sus angostas calles una villa imaginada para siempre con carretas. La arquitectura de sus edificaciones, desde su mejor momento hacia finales del siglo XIX, ha venido a menos, por no decir algo peor.

El proyecto denominado carretera de Circunvalación fue propuesto en la década de los cincuenta del siglo pasado, pero aprobado en 1978 e iniciado al año siguiente, y 45 años después no está concluido.

A pesar de su pronta culminación, da muestras de saturación en no pocos tramos y momentos del día. De haberse construido en un par de lustros, estaríamos buenamente inaugurando su primera o segunda ampliación. Es la misma historia de la ruta 27, la ampliación de la vía San José-San Ramón o el aeropuerto de Orotina, entre otros.

A este mal rasgo de nuestra sociedad, se une la intrincada maraña legal alrededor del financiamiento, la licitación, la adjudicación y la ejecución de infraestructura, que hace casi interminables las acciones para adquirir, desalojar o indemnizar a los propietarios de los terrenos u obtener permisos de las diferentes entidades.

A veces operan mezquindades políticas, al desechar proyectos de anteriores gobiernos para quitar mérito a otro partido político. O se alientan obras que se puedan inaugurar en el plazo del gobierno en curso.

En ausencia de un compromiso con las obras bien hechas, se apuesta por dos palabras: rápido y fácil. Puentes bailey, porque no hay tiempo para otra cosa; capa asfáltica, por no disponer de presupuesto para concreto; bacheo, en vez de carreteras nuevas acordes con los estándares de calidad.

Lo más preocupante es que involucionamos de un horizonte a corto plazo a otro de inmediatez, y generalizamos hacia otras esferas de la realidad nacional.

Antes, en el colegio, el profesor anunciaba a principio de año los libros que se leerían en el curso lectivo. Más tarde se pasó a una antología de lecturas y luego a resúmenes cada vez más magros, en donde, por ejemplo, la gran obra de Cervantes queda reducida a unas cuantas hojas.

Con la irrupción de la internet, las redes sociales y ahora la inteligencia artificial, la promoción de la buena lectura, el pensamiento lógico, la concatenación de ideas, la reflexión sistemática y la expresión creativa escrita y oral se vuelven retos casi insalvables.

La educación superior se niega a la eficacia de una formación integral humanista y se decanta por una meramente técnica y prescriptiva. Así también la salud, la cultura, la seguridad ciudadana, el medioambiente, el deporte y el desarrollo humano en general, fin último del Estado.

Sobre el país se ciernen grandes riesgos y retos. La enorme expansión del narcotráfico a lo largo del continente no nos excluye. Tampoco estamos exentos del desenlace de las guerras y los movimientos en los grandes bloques de poder político y económico planetarios.

En este momento, el país goza de un entorno macroeconómico favorable, con tasas de interés e inflación a la baja y cuantiosos flujos de inversión extranjera. Algunos indicadores de finanzas públicas, otrora desorbitados, se mueven en terreno estable.

Seguimos siendo una democracia plena. Ciertamente no todo es miel sobre hojuelas; hay flancos abiertos en la agenda social, en el empleo y la pobreza. Aun así, disponemos de una pequeña burbuja de aire para que, superando las luchas políticas intestinas y la visión de inmediatez, nos aboquemos a tender puentes y construir un país que nos dure para siempre.

vchacon.cr@gmail.com

El autor es economista.