Profesionalizar la política

Resulta urgente fomentar liderazgos capaces de convertir adversidades en motivaciones

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Quizás demasiado optimista, considero que la política es el arte de hacer posible lo que parece imposible, ciencia de diálogo y voluntades, vocación de personas nobles y con espíritu de servicio. Quien pretenda dedicar su vida a ella es quien, teniendo claro lo anterior, asume desde el inicio que no es espacio para lucrar, sino para impulsar cambios y modelos que impacten positivamente a su país.

El político es quien, con un necesario liderazgo, capacidad y vocación de servicio, entiende que en esta noble actividad no hay tareas o retos pequeños, pues toda decisión tiene un impacto en la colectividad a la que se dirigen sus acciones.

No obstante, en los últimos años presenciamos en muchas de las democracias contemporáneas el surgimiento de figuras o plataformas populistas que se valen de las debilidades estructurales de un sistema esclerótico y parcialmente agotado, donde los mecanismos de representación y eficiencia del sistema institucional manifiestan serias falencias estructurales, por lo que las reformas y la prevención del surgimiento y consolidación de estas figuras debe convertirse en la prioridad de quienes hoy ostentan la representación popular en las altas esferas del Estado y los partidos políticos en general, para evitar el extremismo nefasto y la ineficiencia que conlleva el surgimiento de outsiders sin preparación.

Plan de gobierno. De tal manera, los partidos políticos deben centrarse en la definición del tipo de sociedad y de Estado que se pretende impulsar mediante la oferta electoral que presentan a la ciudadanía.

El qué hacer y cómo hacerlo bien debe primar en la definición de planes y programas estructurales e inclusivos, que garanticen la atención de reformas del país por medio de equipos de trabajo serios, prudentes, coherentes y consistentes, que ejerzan su tarea de manera ética, transparente y recta, donde los mecanismos de rendición de cuentas dejen de ser una obligación para convertirse en un compromiso perenne.

Por lo tanto, resulta urgente fomentar liderazgos capaces de convertir las adversidades en motivaciones para continuar luchas por países cada vez más democráticos, justos, inclusivos, solidarios y desarrollados, generando empatía con el colectivo social a quien se representa o se pretenda representar de manera legítima, con equipos de personas con áreas de especialización profesional comprobadas para atender integralmente el clamor popular ante demandas estructurales, delinear el rumbo de manera eficiente en los procesos de toma de decisiones y dignificar la política con acciones concretas que tengan un impacto positivo en la mayoría de la población.

Calidad política. Profesionalizar la política implica un ejercicio de responsabilidad con la ciudadanía, reconocer la experiencia y la preparación, sin cerrar espacio a los nuevos liderazgos, con personas idóneas que vivan para el servicio público, no para quienes viven a costa de esta actividad.

Definitivamente, la calidad de los políticos incide directamente en la calidad de la política y, consecuentemente, en la calidad de la democracia.

Como lamentablemente hemos comprobado dentro y fuera de nuestras fronteras, la llegada a altos cargos de toma de decisiones de figuras poco o nada capacitadas debilita el correcto funcionamiento de la institucionalidad democrática, fomenta el clientelismo aumentando una burocracia inútil, premia únicamente a las maquinarias electorales y encarece el nivel del debate sobre asuntos de interés nacional.

Tampoco se trata de crear una casta de tecnócratas inamovibles en los espacios de toma de decisiones. Se trata de responder a la voluntad popular y a la representatividad de sectores, intereses, causas e ideologías con cuadros altamente capacitados y especialmente puestos a prueba en su idoneidad, liderazgo y capacidad de negociación.

Los títulos académicos por sí solos tampoco comprueban capacidad, se requiere de habilidades especiales de liderazgo y visión de país que no son tan complicadas de encontrar, pero a las que urge potenciar hoy más que nunca.

En el caso particular costarricense, la incipiente campaña electoral reflejará no solamente la oferta de virtuales candidatos presidenciales, sino también los equipos que les acompañan y con los cuales, eventualmente, se conformaría gobierno. Ahí dilucidaremos buena parte de la sapiencia de quienes pretenden gobernar a nuestro país.

El autor es politólogo.