Prisioneros de los éxitos sanitarios

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Una mortalidad infantil de 8 por cada 1.000 nacidos, una esperanza de vida de 79,39 años son, sin duda, indicadores que demuestran la vocación que ha tenido el país para proteger a la población mediante diversas estrategias de salud pública, que se han ido incrementando a lo largo de nuestra historia.

Si algo ha estado claro en la mente de nuestros gobernantes es que la salud es un derecho, y no es por casualidad que hayamos tenido grandes hitos que han permitido a nuestra población reducir los flagelos que la diezmaban.

La creación del Ministerio de Salud en la segunda década del siglo XX, el surgimiento de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), en 1941; la Ley de Universalización de los Seguros en 1961; la concreción del traspaso de los hospitales a la CCSS, en la década de los setentas; la eliminación de la dicotomía prevención-curación en la década de los 90; y el establecimiento de los Equipos Básicos de Atención Integral en Salud (Ebáis), a partir del 1995 son algunos de ellos.

Enfermedades infectocontagiosas tales como el sarampión, la poliomielitis, las paperas, la tuberculosis, la rubéola, la desnutrición y la anemia fueron doblegadas con estrategias de salud pública por las cuales el Estado costarricense apostó con una enorme sabiduría.

Nueva realidad. Sin embargo, la sociedad de hoy está enfrentada a un nuevo paradigma, que nos impone el comportamiento demográfico y epidemiológico de la población, producto también del éxito de las acciones sanitarias que el país ha emprendido.

Es el paradigma de las enfermedades crónicas y el envejecimiento de la población.

Padecimientos como la hipertensión arterial, el infarto agudo del miocardio, los accidentes cerebrovasculares, las enfermedades respiratorias, la diabetes, diversos tipos de cáncer, así como los trastornos mentales y del comportamiento constituyen una proporción sustantiva de la carga de enfermedades que generan la mayor cantidad de muertes y discapacidad en nuestra población.

Dicha condición coexiste con una población joven con gran tendencia a la mortalidad y a la discapacidad por lesiones producidas por los accidentes de tránsito, los homicidios y los suicidios.

Esta situación, junto con los factores de riesgo asociados a nuestro comportamiento nutricional marcado por un elevado consumo de grasas, azúcares y sal, y, por el contrario, bajo consumo de frutas, verduras y vegetales, siguen restando vida a los años e imponen nuevos retos en la atención. A esto se suma el sedentarismo, el sobrepeso, la obesidad y una tendencia al consumo desmedido de alcohol y otras drogas.

Actuar diferente. No hay duda de que ahora Costa Rica es prisionera de sus propios éxitos sanitarios. Este nuevo paradigma nos impone como sociedad una actuación diferente.

No basta con las acciones que tomen las instituciones de salud; se requiere una actuación más protagónica de la población tanto individual como colectivamente.

Tenemos al frente enfermedades que requieren, para prevenirlas y controlarlas, una actitud más decidida por parte de cada individuo y de todo su entorno familiar y comunitario.

Es necesario que cada individuo esté plenamente consciente de la urgencia de vencer el sedentarismo, la obesidad, el fumado, el estrés, la mala dieta, la violencia, el alcoholismo, etc.

Tenemos que pasar de la retórica a la acción. No basta con las acciones terapéuticas que desarrollamos en los 29 hospitales, las 104 áreas de salud y los 1.030 Ebáis. No, se requiere el compromiso de todos para vencer los nuevos males que azotan a la población.

Debemos empezar a construir una cultura de salud y no de enfermedad. Tenemos que dar el salto si queremos añadir calidad de vida a la existencia y tener en la postrimería de nuestra existencia: más años, pero con mejor salud.

María del Rocío Sáenz Madrigal es presidenta ejecutiva de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS).