"Por unos dólares más"

Un decreto del Gobierno estimula el alcoholismo

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Algunas disposiciones gubernamentales, de considerable trascendencia y serias implicaciones para el país, suelen pasar casi inadvertidas y por falta de interés o a lo mejor por exceso de intereses creados, gran parte del público las desconoce y sin polémica ni reclamo de ningún tipo entran en vigencia.

Hago alusión concretamente al decreto ejecutivo Nº 24719 MP- G- TUR publicado en La Gaceta del 19 de diciembre de 1995 que reforma el reglamento a la ley de licores.

Los cambios se orientan fundamentalmente a eliminar la restricción que el artículo nueve de dicho reglamento impone para expender licor a determinada distancia de iglesias católicas, escuelas, instalaciones deportivas, centros de salud, guarderías infantiles y otras instituciones de este tipo. "No se aplicarán las restricciones sobre distancias si el lugar ha sido declarado turístico por la junta directiva del Instituto Costarricense de Turismo."

Trata el decreto, en sus "considerandos", de justificar esta nueva puerta que se abre a la ilimitada creación de bares, cantinas, discotecas etc. que inunden nuestro deteriorado país, escudándose en el interés turístico. Señalan: "que es indispensable mejorar la atención del turismo nacional y extranjero con la incorporación al mercado de establecimientos que reúnan las condiciones necesarias de calidad, lo cual beneficiaria ostensiblemente las condiciones generales de servicio que brinde el país. Que el Reglamento a la ley de licores no contempla un impulso amplio al turismo que responda a las condiciones actuales del desarrollo de esta actividad y pone en peligro tanto la existencia de empresas de alta calidad como la posibilidad de inversión en otras empresas, necesarias para fomentar el turismo y generar nuevas fuentes de trabajo."

Tengo casi la absoluta certeza de que ni quienes redactaron el decreto, ni el lector que tiene ante sus ojos estos razonamientos creen que brindando más guaro y mayores oportunidades de vicio lograremos incrementar el turismo. No se engañen ni traten de engañarnos. Eso tiene un nombre, el que don Jacinto Benavente le puso a su mejor obra de teatro: "Los intereses creados".

No es guaro ni discotecas lo que un turista buscará en nuestro país. Es precisamente lo contrario: encontrar un remanso de paz, una naturaleza privilegiada con imponentes volcanes, incomparables playas y una rica y variadísima fauna. Que yo sepa, nadie planea un viaje atraído por la fama de los bares y discotecas de un país. Un turista europeo o norteamericano se extasía frente al exotismo de la jungla, que lo transporta a lo "real maravilloso". No lo intoxiquemos con esa otra jungla nocturna del vicio. No es preciso denigrar y envilecer más a un país para atraer el turismo. Por el contrario, en lo que se debe enfatizar es en la cultura de una comunidad. Un país se volverá atractivo para los visitantes si sus gentes son amables, sonrientes, honestas.

Si hay orden, limpieza, respeto al ser humano. Si quien transita por sus calles se sabe seguro, si puede cruzar una vía sin exponer su vida y sin experimentar la agresividad de quienes conducen un vehículo. Si al llegar a un hotel o a un establecimiento se le atiende con amabilidad y respeto. Si al abandonar el país, lleva la impresión de haber visitado un sitio hospitalario y culto al que desearía regresar.

De tal manera que lo del interés turístico no es sino un pretexto, ya que a la postre los turistas resultan ser nuestros jóvenes, nuestros adolescentes, casi niños, a quienes "por unos dólares más", que engrosarán los bolsillos de los mercaderes y las arcas del Estado, se está explotando e induciendo al vicio.

Día a día los periódicos y todos los medios informativos señalan el licor como causa principal de la violencia imperante. Las mujeres mutiladas, agredidas por su pareja reconocen casi en todos los casos que sus victimarios actuaban en estado de ebriedad. En los más graves accidentes raras veces esta ausente el alcohol.

¿Para quién y para qué se legisla? ¿Para satisfacer los intereses de unos cuantos o para proteger a un pueblo, educarlo y engrandecerlo, contribuyendo así a su verdadero desarrollo? Y lo más sorprendente y preocupante en estos casos es el silencio, la apatía y la indiferencia. A todos nos concierne y a todos nos afecta. Pero no se oyen las voces de protesta de quienes estarían más obligados a pronunciarse en estos casos. Salvo el caso de un cura párroco que envió una carta a los más altos dignatarios, con el respaldo de dos mil cien firmas denunciando la invasión de bares y centros nocturnos de que ha sido objeto su cantón, lo que impera es el silencio.

¡Qué importa que "por unos dólares más" nuestro país sea cada día más corrupto y contaminado y nuestros jóvenes, los que sobrevivan, sean en un futuro ciudadanos deteriorados por el vicio e incapaces de regir los destinos de un pueblo noble y decente como ha sido siempre Costa Rica!