¿Por qué el dinero no alcanza si la inflación se redujo?

Muchos de los productos y servicios que han bajado de precio son los que consumen los quintiles más altos, es decir, los que más tienen

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En los últimos días, resonó reiteradamente que el costo de vida está bajando, pues la inflación cada vez está más cerca del rango meta establecido por el Banco Central de Costa Rica (BCCR). No obstante, todavía escuchamos a las familias quejarse de que el dinero no alcanza y que todo está más caro.

¿Cómo es posible, entonces, que con una inflación que es casi una tercera parte de la que teníamos en agosto las personas sientan que el dinero no les alcanza?

Para responder es necesario repasar dos conceptos básicos, que a veces las personas (inclusive algunas con conocimiento en la materia) tienden a confundir. El primero es el nivel de precios y, el segundo, lo que entendemos por inflación.

Lo primero que se le enseña a un estudiante de Economía es que para medir el crecimiento en los precios se utiliza el índice de precios al consumidor (IPC). El IPC se compone de una conjunto de bienes y servicios que representan el consumo promedio de los hogares, y es un instrumento poderoso (si se analiza bien) para entender la situación actual de las familias.

Cuando este índice se incrementa, es lo que nosotros conocemos como inflación (un crecimiento generalizado en los precios). Cuando el índice se reduce, puede haber dos escenarios: una caída generalizada en los precios (no es nuestro caso) o un entorno donde los precios dejaron de crecer pero se mantienen altos respecto a algún momento del pasado (este sí es nuestro caso).

Esta sutil diferencia induce a veces a unas personas (y a algunos expertos) a afirmar que el costo de vida está bajando, cuando la realidad no necesariamente es esa.

¿Por qué es importante entender lo que sucede al nivel de los precios? Los precios brindan señales y repercuten sobre varios ámbitos de la economía. Hablamos de las decisiones de consumo, de producción, de inversión, de posibilidades de disminuir el desempleo, de mejorar las finanzas públicas y, por ende, del crecimiento general de la economía.

En un contexto donde los precios suben rápidamente (como el que vivimos en el 2022), los salarios y transferencias no se ajustan en la misma proporción y velocidad. Esto se refleja en una caída de los salarios reales o, mejor dicho, del poder de compra de las personas en general. Esto termina reflejándose en un menor consumo, menos ventas por parte de las empresas y un crecimiento menor en el PIB real.

Lo bueno, lo malo y lo feo de la tendencia de la inflación

Lo bueno es que, efectivamente, el índice de precios al consumidor moderó su crecimiento interanual (hoy un 4,4 %) respecto al punto más alto, en agosto del año pasado (un 12,2 %). Lo malo es que muchos de los bienes y servicios que hoy consume gran parte de la población siguen siendo más caros que en enero del 2022. Esto explica en buena medida por qué en un contexto donde la inflación se reduce el costo de vida no necesariamente lo está haciendo, y por eso las personas reportan que sus ingresos no alcanzan.

Lo feo es que muchos de los bienes y servicios que consumen los primeros quintiles, es decir, las familias con menores ingresos, siguen teniendo precios mayores que los que presentaban en marzo del 2022.

A manera de ejemplo, la cebolla es un 74,5 % más cara; los huevos, un 38,4 %; el papel higiénico, un 20,8 %; y el café, un 19,2 %. En cambio, los bienes que no consumen con frecuencia las familias de los primeros quintiles y que en muchos casos tienen sus precios fijados en dólares, como los videojuegos y consolas, los automóviles nuevos, las cirugías ambulatorias y los seguros de salud, tienen en este momento precios más bajos.

¿A quién en realidad ayuda la apreciación?

Muchos de los productos y servicios que han bajado de precio son los que consumen los quintiles más altos, es decir, los que más tienen.

Este año el país deberá lidiar con los efectos del choque estanflacionario. Esto significa lidiar con ingresos reales menores, un consumo privado limitado aún por precios elevados, un desempleo de dos dígitos, altas tasas de interés y, como resultado, un crecimiento más débil de la producción nacional.

Lo más importante para las familias y empresas es que pareciera que lo peor ya pasó. Lo urgente y necesario es establecer la ruta económica, los proyectos de ley y facilitar las inversiones públicas y privadas que van a permitir a Costa Rica crecer por encima del 4 % hacia el futuro.

Los autores son economistas.