¿Por qué Alemania puede y nosotros no?

En nuestro país, apenas el 0,1% de la electricidad proviene de la energía solar

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Desde que cursaba mis estudios en Derecho Ambiental hace unos años, me preocupa el desarrollo de las energías renovables. Específicamente, las razones por las que no estamos explotando al máximo nuestro potencial para utilizarlas.

No me refiero a la energía hidroeléctrica o geotérmica. De la primera, tenemos ya muchas plantas, y la segunda es de acceso restringido dada su naturaleza dentro de áreas silvestres protegidas.

Como típica tilaranense, crecí con las torres eólicas casi en el jardín de la casa, por lo que me resultaba difícil entender por qué no podíamos resolver el problema del abastecimiento eléctrico con más parques eólicos.

Cuando comprendí que no todo era tan sencillo, tomando en cuenta los factores climáticos, los topes legales de por medio y, por supuesto, el hecho de que para algunos gustos tanto aerogenerador en el horizonte arruinaría el paisaje. Entonces, pensé en la energía solar. Claramente porque el sol aquí nos sobra.

Desgraciadamente, tampoco los paneles solares eran aparentemente la solución: porque son muy caros, porque parece que no es cualquier rayo de sol el que es apto y además se ven horribles en los techos de las casas; esto según ciertos sectores de la opinión popular. Pero ¿qué pasa en todos esos países donde la energía solar y la eólica son tan utilizadas exitosamente? ¿Son nuestras condiciones socioambientales tan diferentes?

Ante la incertidumbre me resigné. La estocada final llegó en una ponencia sobre el proyecto Diquís en la Universidad de Costa Rica, donde fui fácilmente convencida por el ingeniero ponente de que era un debate inútil y que desgraciadamente esas fuentes de energía tan respetuosas con el ambiente nunca serían la solución a la creciente demanda eléctrica del país.

Impulso. Dichosamente, en los últimos meses, las energías renovables han tomado vigor. La prensa ha comenzado a informar sobre la regulación para la generación distribuida. El Financiero, especialmente, ha sido uno de los diarios que más ha reportado sobre el tema y ha contribuido poco a poco al esclarecimiento de las dudas al respecto.

En su editorial del 10 de abril, resaltó datos de gran valor; especialmente los resultados expuestos en una brillante presentación para el TEDxPuraVida 2015 por una costarricense, la doctora en Física Mónica Morales, investigadora del Laboratorio de Energía Fotovoltaica de la École Polytechnique Fédérale de Lausanne (EPFL), en Suiza, (vale la pena leer el editorial y ver su exposición en Youtube ).

Para evitarles spoilers, solo me voy a centrar en uno de los datos que expuso la doctora Morales: una comparación de la producción de energía solar entre Costa Rica y Alemania. En nuestro país apenas el 0,1% de la electricidad proviene de la energía solar, mientras que, en Alemania, donde la irradiación solar máxima es equivalente al mínimo de la que se registra en Costa Rica, el 7% de su electricidad proviene del sol.

Y ese porcentaje, con esa cantidad mínima de irradiación en Alemania, representa tres veces la demanda total de electricidad en Costa Rica. Impresionante, ¿verdad?

Si está claro que tenemos las condiciones necesarias, ¿por qué no estamos más involucrados como país en cambiar ese porcentaje que todavía proviene de hidrocarburos por energía solar o en ampliar la producción de energía eólica? Mediante esta última, por cierto, producimos ya el 10% de la electricidad que consumimos.

El futuro. Costa Rica tiene tanto que ofrecer: desde gente preparadísima e instituciones públicas y privadas del más alto nivel, hasta recursos naturales que desearía cualquier país altamente desarrollado en la producción de energías renovables.

Estas energías son el futuro y, tal vez, la única opción viable para ayudar a revertir el cambio climático y, de paso, alcanzar el objetivo de una Costa Rica carbono neutral en el 2021. Ya casi no queda tiempo, y si el cambio no comienza ahora, entonces, ¿cuándo?

La autora es abogada.