Pienso que Johnny Araya tiene razón

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Durante toda su campaña electoral, incluso cuando contaba con amplio apoyo popular según las encuestas, Johnny Araya manifestó que la única forma de poder solucionar las grandes necesidades que tiene el pueblo costarricense era mediante un acuerdo nacional entre partidos políticos y otros sectores representativos de la sociedad como sindicatos y empresarios. Este no ha sido un argumento de última hora, sino una preocupación consciente frente a la certidumbre de una realidad preocupante.

Este planteamiento poco tenía que ver con lo electoral, sino con la tragedia de una creciente pobreza y las presiones internacionales para que se abandonen las políticas sociales de los partidos progresistas y se adopten únicamente los planteamientos de un liberalismo radical.

No es sino hasta ahora, después de la primera elección, cuando se presenta, también con evidente realidad, una galopante inflación que amenaza a corto plazo la débil economía del pueblo costarricense. En cuestión de pocos días, el cambio del dólar pasa de ¢500 a ¢570. Esta tragedia ya sucedió en Costa Rica durante el gobierno de Carazo. El tipo de cambio se quintuplicó en un periodo de tres meses, para continuar subiendo después. El país aún no se ha recuperado de aquella tragedia que fue provocada, en gran medida, por causas ajenas al gobierno de Carazo.

Evitar una crisis. En esto es en lo que está pensando Johnny Araya, en evitar otra gran crisis económica y social. Él piensa, con buena razón, que solamente se logrará mediante ese acuerdo nacional, levantando una muralla de protección para no ser arrastrados por el tsunami económico y una aplastante tragedia popular. En la actualidad tenemos un millón de personas en pobreza extrema. Si el cambio sube a ¢1.000 por dólar, la miseria se duplicará en cuestión de pocos meses. Y sabiendo, como sabe, que el próximo gobierno no tendrá la fortaleza suficiente para hacerles frente a las imperiosas necesidades que se presentan, pide que el Partido Liberación Nacional le ofrezca su apoyo para que pueda gobernar en mejores condiciones. No es un asunto electoral de coyuntura, sino un planteamiento con perspectiva de futuro y con buena dosis de patriotismo.

Todo el que entiende un poco de política comprende que ya el pueblo decidió , el 2 de febrero, quién será el próximo presidente de la República, y que, el 6 de abril, lo que hará es ratificar. Aquí la vanidad partidaria no cuenta, tampoco cierta tradición de pactar, pero pidiendo a cambio alguna retribución. Liberación sigue siendo el partido mayoritario, pero perdió la presidencia de la República. Eso ya lo hemos visto con anterioridad.

Lo que algunos rechazan o no entienden es que Johnny aceptó la derrota impresa en las urnas el 2 de febrero, en una circunstancia institucional sin tradición, como es el caso de segundas rondas, y que propone aligerar el trámite del acuerdo nacional para tratar de defender al pueblo de la crisis económica presente en la realidad actual.

El político y el estadista. Aquí, la elección del próximo 6 de abril casi no cuenta. Se debe llegar a ella por disposición legal, pero ya el pueblo dictó su veredicto. Entiendo muy bien la posición de Johnny cuando ofrece gestionar los votos de los diputados liberacionistas para integrar un directorio de la Asamblea Legislativa con diputados del partido gobernante. De no aceptarse esta propuesta, ese grupo se verá en la obligación de pactar con los sectores que tienen uno o dos diputados, integrando otra vez un directorio de minorías y de oportunidad. Ante las circunstancias actuales, pienso que esto hay que evitarlo a toda costa. Las superminorías no pueden seguir gobernando en este país. El multipartidismo de campanario solo obstaculiza y debe combatirse.

No se trata de cogobernar, como lo ha dicho el amigo Araya Monge en sus intervenciones. Lo que él ofrece es ayudar y, en ese ofrecimiento, no pide nada a cambio. Comienzo a ver una diferencia entre el político y el estadista, entre el que se queda rezagado en el presente y el que comienza a mirar firmemente hacia el futuro. No digo que Johnny sea un estadista, pero sí me parece que está dejando el banderín del político para comenzar a levantar el estandarte de grandes conductores de pueblos.

El 6 de abril, no se estará decidiendo el futuro del Partido ni del país, pero sí es necesario reconocer que la decisión tomada por Johnny ha conmocionado la dormida estructura superior de mando del Partido Liberación Nacional, así como sus bases, imprimiéndole una imprevista y saludable energía. En política como en la guerra, una retirada no quiere decir doblegar principios o entregar cuarteles, en ocasiones solo está demostrando valor y capacidad. Estoy de acuerdo con Rolando González: todos debemos seguir contando con Johnny Araya como nuestro líder.