Pedimos lo imposible, ¡y se nos dio!

La lucha por el Liceo Franco-costarricense fue exitosa

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El 19 de agosto de 2008, La Nación publicó un pequeño escrito mío sobre la crisis del Liceo Franco-costarricense, que titulé con la conocida consigna de mayo del 68: “ ¡Seamos realistas, pidamos lo imposible! ”. Lo que parecía imposible era llegar a una negociación justa, pacífica y productiva, que mantuviera al Liceo Franco-costarricense como proyecto bicultural, no solo en pie, sino progresando y siempre dentro de sus ideales de justicia social, igualdad, democracia y pluralismo.

Escribí esas líneas con el corazón hecho un puño, y luchando contra un natural impulso de madre de llevarme a mis hijos a otra institución. El 2008 y 2009 fueron años pesados para muchos padres y madres, niños/as y el personal del colegio.

Mejoras en el colegio. Han pasado 3 años y medio desde entonces. El 29 de febrero de 2012, recibí, como madre de niños del Liceo Franco-costarricense, una minuciosa circular por parte del director general, en la que no sólo nos da una cálida bienvenida al año escolar 2012, sino que da cuentas claras e informes precisos sobre las mejoras que ha tenido este Colegio.

Ratifica en dicha circular que “Todo el personal del Liceo Franco-costarricense será fiel a los términos que dieron origen al Liceo, inscritos en el Canje de Notas del 2 de enero de 1969, actualizado el 29 de mayo de 2009. Con abnegación continuaremos promoviendo y asegurando una enseñanza bicultural, impregnada de los valores de Solidaridad, Libertad, Tolerancia y Apertura hacia el mundo, buscando continuamente la excelencia académica de los alumnos y el desarrollo de un ciudadano crítico y comprometido con la sociedad de su época”.

Leer esto fue una alegría y un bálsamo. Recordé entonces cuánta zozobra hubo, pero también cuánta lucha por lo que NO se deseaba perder.

Deseo dedicar una línea a la memoria de Gilles Lestruhaut (profesor en el Franco desde 1978, durante diversos períodos, y director del Liceo por un breve tiempo, una de sus memorias históricas), pero también agradecer a varias instancias de padres, que no solamente cumplieron con lo que una masa de padres (entre ellos mi persona) cumplió: las reuniones hasta media noche, sino que pusieron más, de su tiempo, de su esfuerzo y de su trabajo, particularmente los miembros de las diversas Juntas de la AFCE (Asociación Franco Costarricense de Enseñanza), tanto en su costado de resistencia, como en su costado de negociación; pero también las madres gestoras de los talleres “Construyendo futuro”.

Sin duda, cabe resaltar la voluntad política de diversas instancias de los dos gobiernos, tanto del Ministerio de Educación Pública de Costa Rica (con el señor Leonardo Garnier como ministro, y don Rigoberto Corrales como su representante), el Ministerio de Relaciones Exteriores, así como la buena voluntad del señor embajador de Francia, el señor Fabrice Delloye y su equipo de trabajo, la AEFE (Agencia para la Enseñanza Francesa en el Extranjero) y varios parlamentarios franceses.

Pido disculpas de antemano por las gentes que no mencioné, el trabajo invisible de muchos y la paciencia y tolerancia a la frustración de aquellos que permanecieron, alumnos, padres, personal del Franco, cuando el barco parecía hundirse.

Agradezco también que hayamos depuesto las diferencias, en función del bien común. Y a los niños y niñas, gracias, porque también a ellos y a ellas les tocó cargar su fardo, y finalmente seguir constituyendo la base –a la cual nos debemos – de esta institución pública de derecho internacional.

Me alegro mucho por la circular y la ratificación del señor director general del Franco, el señor Eric Gauci.

Transformar la realidad. Pero mi escrito de hoy tiene también otras aristas: como docente en Ciencias Sociales de la Universidad de Costa Rica (UCR), la universidad pública más antigua de este país, echo para mi saco y propongo que echemos para nuestro saco como país: el concepto de realidad –es algo que sabemos en Ciencias Sociales– es móvil, versátil, dinámico. La “realidad” no puede ser un destino funesto, ni una camisa de fuerza a la que nos pleguemos, menos aún para las Ciencias Sociales, que estamos llamadas –especialmente en la universidad pública– a transformarla con el norte de la justicia social.

Sabemos en la institución pública, que nos debemos al pueblo, según reza en el Estatuto Orgánico (art. 3) de la UCR: “Promover las transformaciones que la sociedad necesita, para el logro del bien común, mediante una política dirigida a la consecución de una verdadera justicia social, del desarrollo integral, de la libertad plena y de la total independencia de nuestro pueblo”.