Participemos todos en convenciones abiertas

La apatía no debe entenderse ni tratarse como en el pasado se hacía con los ‘indecisos’

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Comenzó formalmente la campaña interna en el PLN y pronto seguirán las de otros partidos. Cómo es de esperar, un porcentaje alto de los costarricenses verá el asunto con desdén. Constantino Urcuyo analizó esta coyuntura de forma clara el pasado 5 de enero en un artículo titulado “ Se inicia la carrera ”.

Después de leerlo, creo que el liderazgo de cada una de las agrupaciones políticas, especialmente el de aquellas con “mayoría de edad”, debe revisar su interpretación de este fenómeno y de la conducta de los posibles votantes, pues prácticamente nada de lo que hasta ahora habría funcionado para atraer su atención y recuperar su confianza dará buenos resultados.

Ese altísimo porcentaje de personas que manifiestan desinterés o rechazo hacia los partidos, no debe entenderse ni tratarse como en el pasado se hacía con aquella minoría que llamábamos “indecisos”.

En este sentido, las convenciones abiertas no deben entenderse únicamente como un ejercicio para escoger candidato, sino como una oportunidad para superar el ensimismamiento de los partidos.

Lo que digo es tan obvio, como la dificultad de los dirigentes tradicionales para asumirlo. Prefieren refugiarse en la certeza de que no importa cuántos acudan a votar, habrá candidato, y de que si el número es bajo, ya habrá “oportunidad” en la campaña del 2018 de “remendar la torta”.

Ensayo. Lamentablemente no es así. Las “precampañas”, defendidas con tozudez como una proceso interno e íntimo de cada agrupación, deberían ser, por el contrario, un ensayo de las presidenciales.

Aclaro que no digo esto por creer que quien gane en el PLN ganará automáticamente en el 2018. El partido ya debería estar “vacunado” contra la soberbia y los excesos de confianza.

La próxima campaña se parecerá más a una corrida de toros donde los “improvisados” pondrán la nota, que a una final de fútbol con equipos conocidos.

A lo anterior se suma otro factor. Considerando el hecho de que las decisiones estratégicas que el país viene posponiendo requieren de reformas legales que son competencia de una futura Asamblea Legislativa, tan dividida o más que la actual, y de reformas institucionales y administrativas, cuya implementación requerirá de un apoyo político intersectorial y multipartidista, indispensable para superar la resistencia de grupos de interés con poder de veto, creo que los aspirantes a ganar la candidatura presidencial deben desde ya plantear una propuesta participativa y abierta, que sea la base de ese tan trillado pero cada vez más indispensable acuerdo nacional, que el expresidente Óscar Arias volvió a plantear en setiembre del 2014, recurriendo a la experiencia española de los Pactos de la Moncloa.

“Acomodarse” en la falsa certeza de que la figura del presidente de la República tiene per se una capacidad de convocatoria suficiente para promover aquello, es no entender la realidad sociológica, jurídica y política de la Costa Rica pos-48.

Es decir, erran quienes piensan que ahora lo importante es únicamente “hacerse con la candidatura …. y después, ya veremos”.

Antecedentes. El PLN fue la primera agrupación política en escoger su candidato presidencial en una convención completamente abierta. Fue en 1985 cuando se enfrentaron Óscar Arias y Carlos Manuel Castillo, antecedente directamente relacionado con lo que nos ocupa.

En los últimos años, partidos de larga tradición como el Socialista Obrero Español o el Laborista del Reino Unido reformaron sus estatutos para trasladar a sus militantes dicha decisión. Lo hicieron como respuesta a las demandas de mayor participación y, sin embargo, en ninguno de los dos casos la apertura fue tan amplia como aquella que se practica en nuestro país.

La realidad analizada por Urcuyo y la experiencia costarricense en materia de convenciones abiertas, me permiten sugerir que el liderazgo de los diferentes partidos, y lo digo pensando en todas las agrupaciones y no solo en el PLN, debería adoptar como eje central de su estrategia la invitación a participar en la designación de su candidato a todos los ciudadanos, y no solo a aquellos que forman parte de su estructura, de su burocracia y de su más íntima tradición política.

Esto no es la desnaturalización del partido, porque no se trata de renunciar a su historia y principios, sino de la capacidad de evolucionar junto a la realidad que pretenden gobernar.

En este sentido, el PLN debe entender que no está en una lucha por salvar una supuesta identidad perdida, sino ante la disyuntiva de presentarse de forma creíble como instrumento de conciliación y acuerdo y, por lo tanto, de gobierno, o de acelerar un lento proceso de encogimiento.

Participación. Una invitación amplia y real a participar en sus respectivas convenciones sería un primer paso para resintonizarse con la ciudadanía y la población en general, pero también para promover la actitud colaborativa que se necesita para construir acuerdos desde las diferencias propias de una democracia viva.

De hecho, cualquier plan de gobierno que no contemple esto último, por más rimbombantes que sean sus propuestas, tendrá una utilidad igual a cero.

El diálogo es fundamental, no hay líder o aspirante que no lo repita, pero hablar entre los mismos y con los que piensan igual que uno es otra cosa, no es dialogar. Así, los candidatos deben valorarse por sus planes, pero, sobre todo, por su potencial para llegar hasta los “otros”, contribuyendo a esa conjunción de voluntades sin la cual será imposible adoptar las decisiones destinadas a poner a Costa Rica a caminar de nuevo.

El autor es exministro de Justicia.