Página quince: ‘Las heridas en el corsé’

La primera novela de la escritora Yolanda Bertozzi es una larga historia que aún sigue.

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“Las heridas en el corsé” es la primera novela de Yolanda Bertozzi. Excelente comienzo, pese a que iniciarse como novelista es difícil.

La novela es un género complejo que exige muchos artificios y un ojo observador honesto. La lengua, el estilo, es decir, la combinatoria de palabras, textos e imágenes, las excursiones metafóricas, los tiempos narrativos, el orden del discurso, el lugar desde el que se narra y quién narra, las voces, la historia contada, el ritmo que también depende de las palabras: todo es complejo y desafiante. No puede uno fiarse de lo que cree saber. El relato debe mantener la atención, crear expectativas y, sobre todas las cosas, producir gozo en cuanto obra de arte, es decir, como artificio de la lengua.

En este campo de exigencias que caracteriza la pugilística de la novela, Las heridas en el corsé deja pocas heridas. Formalmente, el relato es una recia armazón, con estilo claro y mantenido. Podría decir que reúne características propias de la novela clásica: historia, desarrollo y trabajo interior de los personajes, cuerpo metafórico suficiente, elasticidad en la perspectiva narrativa.

Por otro lado, el libro es también novela de inspiración histórica, en este caso, un fragmento ficcionalizado de la historia de la emigración e inmigración italiana en Costa Rica que incluye aventuras, drama familiar de varias generaciones y, muy en primera línea, por lo menos dos contextos políticos que confrontan la subjetividad de los personajes principales: pormenores de la unificación italiana y el combate a la dictadura tinoquista en Costa Rica.

Heridas. Los acontecimientos se cuentan en tercera persona, bajo la mira del narrador omnisciente, salvo en el primero y en el último de los 30 capítulos, donde la autora le hace un guiño autoficcional al lector. El símbolo que va desde el título hasta el final abierto es el corsé. Su importancia deja heridas.

La historia de cuatro generaciones, incluida la de la narradora en primera persona, empieza hacia 1860 en el norte de Italia. Estos acontecimientos de inestabilidad social en la península representan un campo típico de desesperación: condiciones de vida duras, sin perspectiva, tensión política y, por tanto, urgencia de emigrar.

En esa época se extendían las guerras de unificación italiana. Luigi, el bisabuelo de la narradora, inicia la acción novelesca. Ha participado en la conquista de Nápoles y las dos Sicilias y luego se separa: “La alianza de la aristocracia agraria y los burgueses no iba a extender la cobija para cubrir a los desheredados”. La respuesta es emigrar, como hacen tantos italianos y alemanes y otros europeos en aquella época. La novela detalla pormenores hasta encontrar a Luigi y a su hermano Licinio en São Paulo tocando a las puertas del circo Chiriani. Un año después, durante su viaje a Estados Unidos, el circo hace escala en Puntarenas y ahí se marca el destino de Luigi Bartoleti y su semilla en Costa Rica.

Si hasta este punto el protagonista ha sido Luigi, ahora llamado Luis, el peso se irá desplazando hacia María, la mujer cartaginesa con la que se casa después de haberla advertido por primera vez en una de las funciones del circo. La acción se centra en ella y luego en Chiara, hija de ambos, que llegará a ser el personaje dominante.

Escenarios políticos. En el primer tercio, los asuntos políticos cobraron relevancia con las guerras de unificación de Cavour y Garibaldi, que también eran guerras de independencia frente a los austríacos y españoles. En Costa Rica, el episodio político se enfoca en los operarios italianos que sufren las horrendas condiciones de trabajo durante la construcción del ferrocarril al Atlántico y que se sublevan en la primera huelga costarricense, esta vez contra la compañía propietaria.

El tercer momento político traspasa casi toda la segunda parte, desde la transformación de Chiara hacia el campo sufragista durante dos años en Inglaterra, hasta la confrontación con los Tinoco.

La vida, las penurias de Chiara —marcada por la violación a manos de su tío, a los trece años— y la exaltación de la protagonista que va desabrochándose el corsé que ha oprimido a las mujeres, son el punto fuerte del relato, armado en el proceso de formación de la heroína. Chiara es un personaje en movimiento. Sus peripecias comprenden el amor filial, la interrupción de la infancia por la brutalidad del tío violador, la pérdida del padre y del patrimonio, el pequeño periodo de amor y tranquilidad con el esposo francés, hasta la aparición de un nuevo amor desdichado, el viaje a Londres en su búsqueda frustrada, pero rica en aprendizajes, y el regreso y acomodo profesional en un entorno político cada vez más complejo.

Durante esta peripecia, cambia de conciencia: en cada etapa se va redimiendo de sus fantasmas por medio de la acción política centrada en la reivindicación del sufragio femenino, primero, y después, en la lucha clandestina contra la dictadura. Se trata de la mujer que va rompiendo las ataduras del corsé. El cambio paulatino comporta un cara a cara con el fanatismo religioso y la mentalidad rígida de sus contemporáneos, visibles novelescamente en los vecinos de barrio. En medio de esa vida de zozobra y aprendizaje, hubo unos cortos años de felicidad con monsieur Lion, quien muere de forma extraña en el Hospicio de Locos.

Sopla aquí un aire de suspicacia con respecto al tratamiento de la enfermedad. Es la época del sobrediagnóstico, la histeria y el maltrato hospitalarios con terapias absurdas y maltratos curativos que no curan y envilecen. Estas observaciones son más precisas al narrar la tragedia de su hermana Elenina (que es en realidad la hija producto de la violación que María había hecho pasar por hija suya para evitar el escándalo en Puntarenas).

Sorpresas. La acción llega a un final abierto durante la dictadura. En el cementerio de Esparza, visitando la tumba de Luis, Rosa, amiga y compañera de luchas de Chiara, descubre que son hermanas. Rosa fue la cosecha de un amor clandestino del padre compartido. El rastro de la madre se había perdido, hasta el encuentro un tanto rocambolesco —o, si se quiere, al modo trágico de la anagnórisis— en que se revela la identidad de las dos hermanas. El final también es simbólico y reivindica una vez más la conciencia femenina que ha ido ocupando mayor espacio conforme se desarrolla la acción: Dora y Chiara van a una película basada en Casa de muñecas de Ibsen: anuncio en clave de lo que debería seguir hasta nuestros días.

Pero el libro no termina ahí. El último capítulo vuelve al narrador en primera persona que había referido los trabajos de investigación de la narradora para reconstruir la historia de sus ancestros italianos. La búsqueda de información final en Rimini es agitada y con cierto humor. Hay que ir buscando de un archivo a otro, como en un juego de lobo dónde estás, hasta llegar a la información genealógica.

Liberación. Volvamos al tema del corsé con dos citas. Chiara “pasó antes a la casa gris, buscó su corsé negro, forrado de encajes (…) no había forma de lograr acomodar el ceñidor; de repente era como si hubiese tomado vida propia: lo jalaba para ajustarlo en la espalda y él se desprendía y la retaba, pero la mujer insistía e insistía. De verdad estaba hastiada. Fastidiada de pertenecer a la fuerza a ese orden de cosas que la enjaulaba. También estaba asqueada de la manipulación sobre su cuerpo. Sacó fuerzas, miró fijamente el corsé y le ordenó obedecer. Se plantó firme en los zapatos y jaló con todas sus fuerzas a su oponente hasta que logró insertarlo de un solo tirón, se enfundó en el traje sastre, se puso las perlas concha nácar y el sombrero alado. Estaba lista.

“Mi tiempo de búsqueda está llegando a su fin, me reencontré con la ascendencia familiar y mis ancestras. Ellas me enseñaron a luchar contra la expropiación de nuestros cuerpos; venciendo los obstáculos, las prohibiciones, las tramas, las telarañas, los laberintos de dolor, en una palabra: el encorsetamiento del cuerpo y la mente femenina”.

Arrancarse el corsé es el inicio y el fin de una larga historia que aún sigue y de la cual esta novela es una ficción fragmentaria.

rafaelangel.herra@gmail.com

El autor es filósofo.