Otro que debe irse

Víctor Morales Zapata aparece, omnipresente, en el centro de todo el escándalo del cemento.

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El círculo se cierra en la Comisión Investigadora de Créditos Bancarios: el diputado Víctor Morales Zapata aparece, omnipresente, en el centro de todo el escándalo del cemento. Como le dijo la diputada liberacionist, Sandra Piszk: “Si todos los caminos conducen a Roma, todas las audiencias de esta comisión conducen a usted”.

Se le ha citado como quien intercedía por Juan Carlos Bolaños; como su “embajador” ante diputados e instituciones; como el “operador político” de un entramado para concretar la entrada del producto chino; como la voz que daba instrucciones en nombre del “jefe”; y como el legislador que “engañó” a funcionarios al hacer creer que actuaba por el presidente.

Con tanto señalamiento, tanta duda, su margen de acción política en el Congreso se cerró. Debe renunciar a su curul y defenderse desde la llanura como cualquier ciudadano, sin fuero especial, sin la coraza que le da el puesto. Por respeto a la representación parlamentaria y a quienes votaron por su papeleta, debe comprender que no puede seguir allí.

Aunque Morales haya dicho “yo nunca afirmé que hablaba en nombre del presidente o que fuera una instrucción del presidente”, los WhatsApp y el viceministro de Hacienda, Fernando Rodríguez, dicen lo contrario.

El jefe de la Dirección de Inteligencia y Seguridad Nacional, Mariano Figueres, también lo confirmó: “Él ha tenido una manera de hablar en la cual da a entender que el presidente está de acuerdo con él y eso no ha sido así (...), él induce a error a funcionarios”.

Tanto testimonio en contra, más la opacidad de quién pagó sus vacaciones de $4.000 en el fin de año del 2015 en una casa de lujo en Guanacaste, lo desautorizan como diputado. Sus proyectos de ley, sus opiniones, sus votos cargan esta estela de duda. Debe irse.

Morales comenzó mal, y termina mal. Desde la Casa Presidencial se le empoderó como “el diputado más cercano al presidente” no solo porque Luis Guillermo Solís lo colocó a dedo en la papeleta del PAC, sino porque sobrevivió a múltiples polémicas. El círculo se cierra, pero la incógnita de cómo Morales se convirtió en “embajador” sin el beneplácito de nadie es diplomáticamente cuestionable.

amayorga@nacion.com

Armando Mayorga es jefe de Redacción de La Nación.