Otra moda peligrosa

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Más de dos siglos de utilizar inmunizaciones no dejan duda de que la vacunación es la única manera eficaz para combatir enfermedades infecciosas a bajo costo. Pero se ha desatado la moda, entre ciertas personas, de no querer vacunar a sus hijos por temor a supuestos efectos secundarios.

En 1998, la revista The Lancet publicó un artículo del Dr. Wakefield, que vinculaba a la vacuna tripe vírica –contra el sarampión, la paperas y la rubéola– con el autismo; investigaciones médicas posteriores demostraron que las conclusiones de Wakefield –quien perdió luego su licencia para ejercer la medicina– carecían de base científica.

Pero sus argumentos influyeron en los llamados “ecopadres”, partidarios de no vacunar y consumir “todo” natural y ecológico. Por ello, en la última década, se han presentado casos de rubeola en Francia, de difteria en España y de sarampión en Holanda y Estados Unidos, también en Centroamérica.

No vacunar a los hijos atenta contra la salud pública; contra toda la comunidad.

Conviene exigir en la matrícula escolar el carné de vacunación al día, pues hemos de estar vigilantes para que los migrantes que recibimos cuenten con el cuadro completo o se les apliquen las vacunas al llegar a nuestro territorio.

La autora es odontóloga y salubrista pública.