Ortega y el riesgo de la ‘pequeña dictadura’

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La semana pasada, Nicaragua se convirtió en el segundo país latinoamericano en autorizar la reelección presidencial indefinida, después de Venezuela.

Esta reforma abre el camino al presidente Daniel Ortega, quien ejerce actualmente su tercer mandato (el segundo consecutivo), si así lo decide, para ser nuevamente candidato en las elecciones presidenciales del 2016 y, con posterioridad a esta fecha, poder buscar reelegirse de manera indefinida.

Debate en torno a la reelección. Nos encontramos ante a una cuestión muy controvertida, que tiene detractores y defensores. Las conclusiones de un reciente seminario que organizamos sobre el tema, señalan que en numerosos casos la reelección presidencial en nuestra región (sobre todo la consecutiva y la indefinida) se ha caracterizado por ser más desafortunada que afortunada, ya que ha servido para que algunos gobernantes pretendan permanecer de modo indefinido, e incluso perpetuarse en el poder, ya sea por sí mismos o mediante terceros (reelección conyugal).

Hubo consenso, asimismo, en que los riesgos asociados con la reelección presidencial se relacionan directamente con el grado de institucionalidad de cada país: en aquellos con institucionalidad fuerte, los riesgos de una desviación patológica son menores, y mayores en aquellos países con institucionalidad débil. La institucionalidad fuerte se caracteriza por la existencia tanto de poderes públicos independientes del Ejecutivo (sobre todo del Judicial), como por un sistema de partidos políticos competitivos e institucionalizados.

Peligros de la reelección indefinida. En los últimos años, el debate sobre la reelección en general se ha trasladado al tema de la reelección presidencial indefinida. Sus defensores argumentan que, en la medida en que sus propios partidos confirmen sus liderazgos y la ciudadanía los vote elección tras elección, la reelección indefinida de una misma persona no es antidemocrática.

Disiento con esta posición. En mi opinión, esto es cierto en un sistema parlamentario pero no en uno presidencial, ya que en este la reelección indefinida refuerza la tendencia hacia el liderazgo personalista y hegemónico inherente al presidencialismo y expone al sistema político al peligro de que degenere en un sistema “autoritario competitivo” o en una democracia “iliberal”.

Las nefastas experiencias de las reelecciones de Somoza, Stroessner y Trujillo (para citar solo algunas), así como la compleja situación que afecta actualmente a Venezuela, confirman que la reelección indefinida comporta un alto grado de concentración de poder en la figura presidencial, a la vez que incrementa el peligro de que se rompa el equilibrio de poderes y se produzcan graves crisis políticas que pongan en riesgo la estabilidad democrática.

La reelección indefinida (y también la consecutiva) en un sistema presidencial aumenta asimismo el riesgo de que los principios de igualdad, equidad e integridad electoral se vean vulnerados, como consecuencia del ventajismo indebido que suele darse a favor del presidente en funciones.

Auge del reeleccionismo. Hace apenas tres décadas, solo un puñado de países de la región aceptaban la reelección. Por el contrario, hoy en día, 14 de los 18 países latinoamericanos la permiten bajo diferentes modalidades: alterna, consecutiva e indefinida. Únicamente cuatro países: México, Guatemala, Honduras y Paraguay, la prohíben de manera absoluta y en cualquier modalidad.

Fujimori, en Perú (1993), fue el responsable de romper la tradición antirreeleccionista; mal ejemplo emulado al año siguiente por Menem en Argentina. Pronto se unirían Cardoso, en Brasil (1998); y Chávez, en Venezuela (1999), este último que, en el 2009 aprobó, vía referéndum, la reelección indefinida. Posteriormente, Mejía en República Dominicana (2002), Uribe en Colombia (2004), Correa en Ecuador (2008), Morales en Bolivia (2009) y Ortega en Nicaragua (2010 y 2014) fortalecieron esta tendencia a favor de la reelección consecutiva o indefinida.

Cabe recordar que, entre 1978 y el 2013, todos los presidentes que buscaron su reelección la obtuvieron salvo solo dos casos: Ortega en Nicaragua (1990), y Mejía en República Dominicana (2004). Importa tener presente, asimismo, que la gran mayoría de los presidentes que buscaron su reelección consecutiva o indefinida (durante el mismo lapso de tiempo), reformaron las constituciones mientras ocupaban el poder para, así, beneficiarse de la posibilidad de ser reelectos.

Solo unos pocos presidentes latinoamericanos, pese a gozar de niveles de popularidad muy altos, supieron escapar a la tentación de reformar la constitución durante su mandato para buscar un nuevo periodo. Entre otros cabe mencionar a Lula en Brasil, Lagos y Bachelet en Chile, y Vázquez en Uruguay.

Maratón electoral y reelección. Del 2009 al 2012, 17 de los 18 países de la región celebraron elecciones presidenciales. En todos los países donde la reelección consecutiva o indefinida estaba permitida, los presidentes buscaron reelegirse y, en la totalidad de los casos, lo lograron.

Hoy, estamos ante un nuevo maratón electoral en el que, del 2013 al 2016, todos los países de la región (salvo México) realizarán nuevamente elecciones presidenciales. Y dentro de este nuevo ciclo varios presidentes buscarán la reelección, de manera alterna, consecutiva o indefinida.

Veamos los casos ya que existen modalidades y situaciones diferentes. En Ecuador, Correa pudo buscar (y lo obtuvo en el 2013) un tercer mandato consecutivo, forzando una interpretación de la Constitución que él mismo había modificado a su favor. Un caso similar es el de Morales, en Bolivia, quien intenta obtener un tercer mandato consecutivo en las presidenciales de este año. Santos en Colombia y Roussef en Brasil, también buscarán ser reelectos en 2014 (segundo mandato consecutivo en ambos casos) pero sin haber sido ellos los que cambiaron las reglas constitucionales que ahora les permiten reelegirse.

Otros dos expresidentes han buscado o buscan regresar al poder vía reelección alterna: en Chile, Bachelet fue reelecta el pasado mes de diciembre; y, en Uruguay, Vázquez intenta hacer lo mismo en las elecciones presidenciales de octubre de este año. En el 2016, Ortega con seguridad buscará reelegirse.

Mi opinión: en estos 30 años de recorrido democrático, América Latina pasó de ser una región con fuerte vocación antirreeleccionista a una claramente pro reelección. Los casos mencionados evidencian una clara y preocupante tendencia reeleccionista de alcance regional, bajo modalidades y contextos diversos, la cual por ahora tiene mayor fuerza en América del Sur.

De ahí la importancia de recordar, de cara a la actual fiebre reeleccionista, la acertada advertencia del expresidente brasileño Lula da Silva, quien manifestó: “Cuando un líder político empieza a pensar que es indispensable y que no puede ser sustituido, comienza a nacer una pequeña dictadura”.

Daniel Zovatto Director regional, IDEA Internacional para América Latina y el Caribe