Nuestros Trumps

A falta de liderazgos,son ciertos extremoslos que llegana tomar el poder

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Dice Donald Trump que va a construir un muro, va a deportar a los inmigrantes y va a masacrar al Estado Islámico. Dice también que los latinos, específicamente los mexicanos, son una peste, que los musulmanes solo traen problemas y que es hora de hacer a América grande de nuevo.

Al sur del río Bravo nos alarmamos, del otro lado del Atlántico hasta el Parlamento inglés discutió si deberían impedir la entrada de Trump a su país, y sus mítines generan más polémicas que ideas; sin embargo, ¿nos sorprendemos por lo que dice o porque se dice en EE. UU.?

Las piedras angulares de Trump han sido el miedo, el odio y la xenofobia hasta la tangente del fascismo. Su mensaje habría calado, en primera instancia, en el ciudadano blanco, poco educado, de zona agraria o rural, que se ha sentido amenazado por el “auge” de las minorías y la pérdida de los liderazgos conservadores tras ocho años de gobierno demócrata.

Cerca del abismo. Pero ¿qué pasaría con un Trump en Costa Rica? ¿Tan lejos estamos? ¿Ya los tenemos?

La primera base de Trump es su mensaje xenófobo. Basta con leer los comentarios en las redes sociales de los medios de comunicación para darnos cuenta de que, como país, no estamos lejos de ello. En cada ocasión donde un nicaragüense se ve envuelto en un crimen, pedimos su deportación, el reforzamiento de la frontera o mayores medidas migratorias contra ellos.

Basta con echar un vistazo a las noticias sobre la masacre de Matapalo o cuando aquel nicaragüense fue mordido por un perro rottweiler, etc. ¿Que el criminal de Matapalo debe ser castigado con toda la fuerza de la Ley?, por supuesto. ¿Que eso define la labor de todos los nicaragüenses en nuestro país?, jamás. Y si usted considera que sí, entonces, fácilmente usted votaría por Donald Trump. Al final, su lógica es la misma que la del magnate.

Trump no respeta a los musulmanes, porque si de los mexicanos dijo que no envían a su mejor gente, no dijo que todos; pero para el favorito a la nominación republicana, todos los musulmanes son peligrosos, sus creencias son un riesgo para EE. UU., y hasta sacó a una mujer que cubría su cara en uno de sus mítines.

En Costa Rica, el “arma” de la fe funciona similar. Bajo la cortina tercermundista de ser un Estado confesional se limita el ejercicio ciudadano de aquellos que bajo la fe católica de Trump y de los diputados del “bloque de la vida” están en contra de lo que dice la Biblia. Aquí, entonces, ya no se trata de que los musulmanes nos van a quitar el país, sino de que para estos diputados conservadores son las minorías en “auge” las que quieren degradar el país.

Caldo de cultivo. Indicaba Paul Krugman en un artículo de opinión publicado el lunes 14 en el New York Times que el ascenso de Trump empezó hace bastante, no con Trump mismo, pero sí cuando el ala más conservadora del Partido Republicano empezó a tener mayor poder dentro de la estructura partidaria, llámese Tea Party o como se llame.

En pocas palabras, Trump asciende por la carencia de liderazgos “moderados” dentro de los conservadores, aunque esta frase pueda ser un oxímoron en sí.

La lección que queda es que a falta de liderazgos son ciertos extremos los que llegan a tomar el poder en las estructuras, llamado de atención a la progresía nacional, que si bien es cierto pujante y activa, carece de esa institucionalidad partidaria, que, al fin y al cabo, nos guste o no, permite el acceso al ejercicio del poder formal.

El autor es politólogo.