Nuestro 1.º de diciembre en Roma

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Cada primero de diciembre, desde hace 65 años, los costarricenses hacemos un alto en el camino para conmemorar la sabia decisión de José Figueres Ferrer, don Pepe , de abolir el ejército y con ello cambiar los destinos de nuestra patria.

Rendimos homenaje a la determinación del general victorioso que se despojó de posiciones triunfalistas porque comprendió que solamente el diálogo de buena fe haría posible terminar con el conflicto armado que había enfrentado a hermanos contra hermanos, meses atrás.

Recordamos, también, a los valerosos líderes del entonces Partido Comunista, Manuel Mora y Carlos Luis Fallas que, junto a don Pepe y al presbítero Benjamín Núñez, firmaron el pacto que puso fin a la revolución del 48. Reconocemos el patriotismo del candidato ganador de las elecciones, Otilio Ulate, quien aceptó la posposición de su mandato para que una junta de Gobierno ejerciera el poder por dieciocho meses.

Este año, con el apoyo de la señora presidenta y del ministro de Relaciones Exteriores, compartimos este histórico acontecimiento con el pueblo italiano.

El 1.º de diciembre, un acto en el más importante lugar de la Alcaldía de Roma, el salón Protomoteca del histórico Campidoglio, reunió a gran cantidad de intelectuales, diplomáticos, periodistas y políticos, quienes fueron testigos de un orgullo nacional que no debemos olvidar.

Decisiones valientes. Hicimos aquel acto convencidos de que el mundo debe conocer mejor la abolición del ejército costarricense y, sobre todo, porque continuamos creyendo en la utopía de un mundo pacifico, que resuelva sus enfrentamientos civilizadamente y se apoye, como lo hacemos nosotros, en el derecho y los organismos internacionales.

Mucho se ha escrito sobre los beneficios que produjeron la abolición del ejército y la decisión de consignar sus recursos a la educación, la salud y la cultura de los costarricenses. Sin embargo, por encima de ello celebramos que Costa Rica haya logrado superar, en paz, momentos políticos de gran convulsión en una Centroamérica convertida en campo de batalla de las grandes potencias de la Guerra Fría.

Nuestro país es un ejemplo vivo de sensatez en un mundo caracterizado por la violencia, gracias a la importante proclama de neutralidad del presidente Luis Alberto Monge; a la titánica gestión del presidente Óscar Arias para diseñar, negociar y lograr un acuerdo de paz que terminase con el conflicto centroamericano.

Igualmente importante ha sido el papel proactivo de la presidenta Laura Chinchilla en la reciente firma del tratado internacional sobre comercio de armas, y a su determinación para proseguir liderando los grupos de trabajo de un tratado sobre armas nucleares.

Somos herederos de sabias decisiones que constituyen un tejido social de paz y armonía. No han sido producto de la casualidad la presencia de un maestro en la conducción del primer Gobierno, la pronta defensa de la libertad de prensa, la temprana abolición de la pena de muerte, la adopción de un sistema educativo gratuito y obligatorio para hombres y mujeres, el sistema solidario de seguridad social, la armonía con la naturaleza, la abolición del ejército, la participación política de la mujer y otros hitos históricos.

Todo ello es el producto de decisiones valientes de hombres y mujeres que comprenden que la vida sin conflictos es una utopía; pero que resolverlos en paz es un sueño que se hizo realidad.

Esta es Costa Rica.