No hay guerras justas

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Israel y la franja de Gaza, Ucrania, Siria, Irak y Sudán del Sur son solo algunos ejemplos de conflictos armados que nos encontramos todos los días al encender el televisor, sintonizar la radio, leer el periódico o revisar las redes sociales en Internet. Lo más lamentable de todo es que se trata de la norma en la historia de la humanidad, pues, lejos de resolverse los conflictos, observamos intermitentes ceses al fuego, pero la masacre en pocas semanas o meses se reactiva, mientras estalla alguna otra barbarie en cualquier lugar del mundo.

Como en todo conflicto, ambas partes llevarán algo de razón, lo que irremediablemente provocará a quienes justifiquen para uno u otro bando la escalada del conflicto. Mientras se debate cuánta razón y validez tienen los argumentos que se esgrimen, tendemos a olvidar o a ignorar que quienes se desangran en la calles son seres humanos. Sí, seres humanos como usted o como yo, con familia, sueños, aspiraciones, anhelos e ilusiones.

Conflicto de intereses. Lamentablemente, esta es la realidad y todo parece apuntar a que así seguirá siendo durante mucho tiempo, pues ese elefante blanco llamado “comunidad internacional” es liderado por potencias que priorizan sus intereses específicos de índole geoestratégica, financiera, de acceso a recursos e influencia política. Un día censuran una guerra por injusta, pues atenta contra sus intereses, mientras que al día siguiente justifican otra considerándola necesaria... también para sus intereses.

De tal manera, y bajo una suerte de burla institucionalizada, los organismos internacionales al mando de las grandes potencias se rasgan las vestiduras con declaraciones simbólicas y actos mediáticos superfluos, mientras pequeños países como el nuestro alzan la voz categórica y desesperadamente en defensa de los derechos humanos, la justicia, la igualdad, la negociación, la no discriminación y el pacifismo, sin lograr que, de manera efectiva, integral y categórica, las potencias llamadas a intervenir de manera contundente, por ser provocadoras o cómplices de la mayoría de los enfrentamientos, actúen de acuerdo con el derecho internacional en la búsqueda efectiva de la paz, la cooperación y la armonía.

Violencia y dolor. ¿Cuándo lograremos entender de una vez y para siempre que no hay guerras justas? La guerra no es más que tragedia, violencia, dolor, indiferencia e intolerancia. Se trata del reflejo de la histórica incapacidad de los seres humanos para resolver nuestros conflictos priorizando nuestras similitudes, más que nuestras diferencias, que a su vez debemos reconocer, aceptar y tolerar.

Sin embargo, y por frustrante que sea el proceso, bajo ninguna circunstancia se deben perder los ánimos; al contrario: cada día se debe seguir alzando la voz desde cualquier tribuna condenando la injusticia, la violencia, la masacre, el hambre, la discriminación, la intolerancia y la desesperanza, pues, como sabiamente afirmó Gandhi, “no hay caminos hacia la paz: la paz es el camino”.

Quizás algún día nos logremos poner de acuerdo y terminemos de entender que las páginas más gloriosas de la humanidad se han escrito con tinta y no con sangre.