Nada obliga a la injusticia

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Estamos en un momento difícil. Durante los momentos difíciles de la vida social y política de un país hacen falta muchas virtudes, entre ellas la capacidad de oír al otro y el respeto a la opinión ajena. En los momentos difíciles, la democracia, como debate y discusión transparente e inteligente, es aún más ventajosa. En estos momentos difíciles un sector importante de la sociedad costarricense ha estado expresando en la calle y por otros medios, de manera específica, sus puntos de vista y lo que considera un reclamo justo de sus derechos. El lunes, sin embargo, al cabo de la marcha convocada por los maestros y el frente sindical, la tensión condujo a la violencia y el gobierno se manchó las manos con la insensatez.

En la historia de Costa Rica quedará la imagen de agentes de seguridad sin uniforme pistola en mano, agrediendo a ciudadanos desarmados. A todos nos duele e indigna porque se rompió la capacidad de escuchar que ha caracterizado a nuestra sociedad; se rompió por la violencia, por la arbitrariedad.

Vivimos días de cambio. En estos días de cambio hace falta mucha sabiduría para trazar el rumbo del país en su conjunto, a pesar de que nuestros puntos de vista como personas, como gremios o como sectores sociales discrepen entre sí. Pero más allá de estas discrepancias nuestro país como unidad, como proyecto cultural, económico y social y como memoria histórica debe basarse en intereses comunes válidos para todos. Sólo así podremos subsistir. Solo podremos consolidar los cambios necesarios por los cuales clama la justicia social, si la conciencia nacional los avala. Por ello debemos movilizar los esfuerzos nacionales en pos de los cambios que la equidad, la eficiencia, la solidaridad y la modernidad nos demandan. No podemos someter la patria al yugo del atraso y la pobreza. Es preciso, con valentía poner al día nuestras instituciones y aprovechar la globalización. Es preciso, con las Garantías Económicas, librar a los ciudadanos del oprobio del aumento en el costo de la vida.

Pero no hay dogmas definitivos ni concreciones irreversibles. Si se cometen errores en las reformas legales que se emprendan, si se cometen injusticias, es sabio corregir. Si los maestros costarricenses hubiesen visto lesionada su dignidad o sus derechos, los costarricenses conscientes de la urgencia de los cambios debemos ser capaces, con humildad, de escuchar, de hablar y, si fuese del caso enmendar. Disentir no es un crimen, es un derecho.

Los tiempos son difíciles porque Costa Rica vive un período de cambio. El pacto social tradicional que nos dio un respiro durante décadas, debe renovarse si queremos sobrevivir. No podemos olvidar un hecho ni engañarnos a nosotros mismos olvidándolo: aquel pacto social se sostenía en buena parte gracias a la ayuda externa porque estábamos en Guerra Fría. Pero ya no hay Guerra Fría, ni ayuda externa lo suficientemente grande, como para pagar todas las deudas del Estado, incluidos los gastos superfluos o los de instituciones excesivamente burocratizadas o que gastan más de lo que producen. No es posible progresar, surgir y buscar la felicidad si se continúa con gastos estatales sin contenido y sin justificación como algunos que se incluyen en la reforma del presupuesto que ha presentado el Poder Ejecutivo a la Asamblea Legislativa. Los costarricenses debemos tomar medidas que nos afectarán a todos. Es una responsabilidad patriótica. Nuestra sociedad no puede detenerse. Estamos comprometidos con las necesidades de quienes menos tienen y las justas aspiraciones de los costarricenses con ingresos medios.

Tenemos por delante una tarea que exige cordura, revisión del Estado de cosas y revisión de las reformas mismas si se demuestra que se lesionan derechos fundamentales. Nada obliga a la injusticia.

Así también, porque pensamos que son injustos, nos oponemos al alza en los impuestos. Dialogamos, aceptamos acuerdos de interés patriótico, luchamos contra los privilegios del viejo orden y también demandamos dar la palabra a los posibles afectados.

El PUSC, por medio de sus diputados, seguirá haciendo un esfuerzo patriótico por oír y ser oído.

Es difícil vivir momentos de cambio. Los dirigentes políticos debemos explicar nuestras propuestas, debemos argumentar las decisiones. Ostentar el Poder no significa recibir un cheque en blanco para la arbitrariedad y menos para la imposición por la fuerza. Debemos matricularnos en la escuela de la sabiduría popular, conocer su realidad, identificarnos con sus necesidades y someternos a su veredicto. Debemos presentarnos con la verdad en la mano, aunque sean momentos difíciles. Debemos preservar los derechos humanos aunque tengamos que adoptar medidas dolorosas. Nada obliga a la injusticia.