Muerte en la carretera

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De acuerdo con datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el número de muertes por accidentes de tránsito en el mundo es actualmente de alrededor de 2 millones anuales. En los próximos 10 años será la primera causa de muerte para las personas con edades de entre 15 y 30 años, y alcanzará una cifra total de 3 millones, lo cual supera las muertes provocadas por las guerras contemporáneas.

En Costa Rica, hasta hace muy pocos años, en solo 4 años morían tantas personas por estos accidentes como en la revolución de 1948.

Debo aclarar que estoy hablando de “muertes totales”, es decir, de las que fallecen en el sitio, más aquellas que ocurren horas o días después, generalmente en un hospital. En nuestro medio, se presta a confusión el hecho de que algunos organismos presentan datos estadísticos referidos únicamente a fallecidos en el sitio, lo cual debe cambiar.

En los últimos 25 años, en Costa Rica, la mortalidad total por accidentes de tránsito no ha variado significativamente: entre el año 1985 y el 2012, la tasa de muertes totales por cada 100.000 habitantes se mantuvo en alrededor de 16, con pequeñas variantes hacia abajo y hacia arriba. Por otro lado, debemos saber que, respecto a los sobrevivientes, el número de “gravemente lesionados” es, aproximadamente, 15 o 20 veces mayor al de muertos. El costo total de los accidentes de tránsito, que son unos 100.000 al año, se ha estimado en ¢1 millón de millones ($2.000 millones).

Entre nosotros no ha existido consistencia sostenida en el interés real por reducir este gravísimo problema en el curso de las últimas décadas, y eso es muy lamentable.

¿Qué hacer? Se calcula que, en países industrializados, en esta década los accidentes de tránsito nuevamente se reducirán en un 30%, mientras que, en los otros países, aumentarán 60%. ¿Por qué será así? Porque en los primeros han tomado en serio este tema y en los otros, no. Por ejemplo, en Suecia, en 1997 se aprobó una política que fijó la meta de un plan decenal de prevención en cero muertes y, en el 2005, lo mismo se hizo en Suiza. Esta meta era imposible lograrla, pero lo que se quería era obligar a las autoridades y a la población a llevar a cabo el máximo esfuerzo en ese sentido.

Los resultados fueron espectaculares: en ambos países, la mortalidad y el número de lesionados graves disminuyó en más de 50%. En Suiza, actualmente se presentan menos de 300 muertes por año, con una población de 8 millones de habitantes y con unos 6 millones de vehículos automotores; y el número de gravemente lesionados es de alrededor de 2.000.

Las medidas más importantes que se tomaron fueron las siguientes:

1. Vías públicas en magnífico estado.

2. Vehículos en óptimas condiciones.

3. Conductores y peatones responsables.

4. Tecnología avanzada para un control estricto de la circulación de vehículos.

5. Sanciones severas para quienes violen la ley.

6. Eficiente sistema nacional de rescate de heridos.

7. Considerar que los muertos por estos accidentes son en principio homicidios.

A pesar de las diferencias entre estos países y Costa Rica, las más importantes causas de accidentes mortales son las mismas: exceso de velocidad y conducir bajo los efectos del alcohol.

Conclusión. Podemos concluir que debemos mejorar el estado de las vías, pero tan importante como eso es desarrollar la responsabilidad individual. No se trata solo de conducir con habilidad, sino de ser disciplinado para cumplir las normas establecidas.

Finalmente, quiero mencionar que una de las cosas que más me llamó la atención de mis años en Europa fue el escasísimo número de choques que me tocó ver en las vías, lo cual contrasta violentamente con lo que observamos diariamente en San José, con solo recorrer unos cuantos kilómetros.

Considero que no podemos continuar siendo indiferentes ante esta tragedia. Es hora de ponernos serios.