Motivos personales

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Las renuncias de los burócratas del Gobierno, durante las últimas semanas, obedecen todas a una causa: “motivos personales”. Se sabe que esto no es cierto. Aducir motivos personales para dejar un cargo implica, además, una torpe redundancia. Lo normal y pedestre es que una persona actúe personalmente. O ¿no?

¿Imaginan ustedes, y sirva de parodia, que un caballo purasangre no quiera correr el Derby de Ascot, la carrera que quita el sueño a los monarcas ingleses, y que, ante la pregunta de la reina Isabel sobre las razones de su negativa, el potro conteste: “Su Majestad, no lo hago por motivos caballares”?

Me parece que los funcionarios no deben limitarse a recordar, a la hora de partir, que sus acciones están signadas por la especie. Porque a ellos nadie los eligió por su jerarquía zoológica, sino con la idea de que desempeñen un cargo público; y aquí sí vale la pena dar explicaciones. Si no, un día las dimisiones de un Gobierno entero se han de justificar con el pretexto del “motivo personal” y, entonces, ¿cómo es aquello de rendir cuentas?

Que alguien me lo diga, porque no se entiende.