Milei huele a peligro

Javier Milei es liberal solo en lo económico. En todo lo demás, es un conservador rancio de ultraderecha

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Hace casi dos años, adquirí el libro Economía en una lección, de Henry Hazlitt, publicado en 1946. Cuando me enteré de que tenía dos prólogos, el de la sétima edición, escrito por el economista español Juan Ramón Rallo, y el de la octava, por Javier Milei, me entusiasmé aún más.

Yo seguía a Milei desde unas pocas semanas antes. Quería aprender economía con sus libros, pero me desilusionó lo que ocurrió después. Con el timo de “combatir el zurderío” de la región (esas son sus palabras), apoyó abiertamente a Bolsonaro en Brasil y viajó a Madrid, invitado por Santiago Abascal, para participar como orador en un acto del partido Vox, al que también se sumaron (por videoconferencia) Giorgia Meloni, Donald Trump y Viktor Orbán.

No es ni la sombra del profesor que era candidato a diputado y daba clases multitudinarias de economía en los parques de su país y que desde hace varios meses hace todo mal, o casi todo, porque reconozco que sigue oponiéndose al Estado y a los burócratas que inventan leyes y requisitos que lo único que consiguen es meter zancadillas y dificultar la creación de riqueza a todas las escalas: desde quien abre un puesto de comidas hasta empresas consolidadas, donde se mueven los motores de la economía. También, su lucha feroz contra los impuestos. En Argentina hay más de 170, que se despilfarran en clientelismo. Igual que aquí, no hay rendición de cuentas, ni se evalúa la calidad del gasto.

Es decir, Milei es liberal solo en lo económico. En todo lo demás es un conservador rancio de ultraderecha. Es un populista, como lo fue el coronel Hugo Chávez en la acera de enfrente. De lenguaje procaz y comportamiento impredecible, repite el concepto de “batalla cultural”, al igual que otro conservador, Agustín Laje, uno de sus consejeros.

A todas luces, un desatino, una contradicción de términos, como explica la politóloga argentina Antonella Marty: “La batalla es algo bélico y la cultura es un orden espontáneo. La batalla cultural no es una discusión de ideas, sino la intención de imponer una agenda moral y regular los modelos de vida de los demás”.

Cuesta mucho comunicar qué es y qué no es liberalismo, un concepto confuso y manipulado. En cada país y en cada cabeza significa algo distinto. Muchos, que se profesan liberales, en lugar de explicar dichas ideas se descalifican mutuamente y lanzan bravatas para decidir quién tiene más liberalismo en la sangre. Lo vi en las elecciones pasadas en nuestro país.

Milei tiene muchas probabilidades de ganar. Digo que es un peligro porque es un lobo con piel de oveja (aunque él se autodenomina “el león”). Alejado de los principios del liberalismo y muy dado al berrinche, se promueve como “hombre fuerte” y se asocia con los políticos ya citados de ultraderecha, de ideas nefastas, como culpar a los extranjeros de todos los males.

Son los causantes de que en América Latina nos limitemos a ver el péndulo político desplazarse entre izquierda y derecha, como si no existieran más opciones.

También repite como un disco rayado una definición de liberalismo que tomó prestada: “El liberalismo es el respeto irrestricto al proyecto de vida del prójimo, basado en el principio de no agresión y en la defensa del derecho a la vida, la libertad y la propiedad”. Totalmente inconsecuente, porque él sí agrede. Cuando habla del socialismo, no confronta ideas, sino que ataca a las personas con vocablos muy rastreros e innecesarios. Y si le responden con la tercera parte de la manera en que él se expresa, se ofende y se hace la víctima.

Y no he hablado del culto a su personalidad (que incluye una película), los guantes de boxeo y la motosierra encendida que exhibe con el rostro desencajado en los encuentros con sus simpatizantes. Ese análisis se lo dejo a psicólogos y psiquiatras.

Argentina, que llegó a ser uno de los países más ricos del mundo a finales del siglo XIX, tras las reformas de Juan Bautista Alberdi (el padre de la Constitución de 1853), es ahora una nación paupérrima.

Nunca he visitado ese país, y sin embargo me duele que del granero del mundo que fue ayer, hoy tenga un 40 % o más de la población en pobreza y con hambre, a consecuencia del peronismo y kirchnerismo.

Todas las cifras macroeconómicas son de terror. ¿Saben qué es lo peor? Que todavía es posible más corrupción que la dejada por Cristina y más decadencia que la que dejará Alberto. Es más, muy a mi pesar la auguro, indistintamente de si gana Milei, Bullrich o Massa. Provoca llorar por Argentina.

jorgesandovalcr@gmail.com

El autor es administrador de empresas.