Mente, déjame vivir

Solo es necesario darle una mayor prioridad a la atención de la salud mental

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Se preguntará cuál es la diferencia entre salud mental normal y los trastornos mentales como tal. A menudo, la distinción no es tan fácil e inclusive, puede que una persona que esté siendo afectada en su salud mental, no desarrolle una enfermedad de este tipo. La salud mental es parte primordial de nuestro bienestar psicológico, emocional y social, y nos permite sustentar nuestras capacidades en el manejo de situaciones o del estrés, el establecimiento de relaciones y hasta en la toma de decisiones.

En ocasiones, podemos experimentar un trastorno mental cuando cambios en el pensamiento, los sentimientos o en el comportamiento causan angustia e inclusive, alteran nuestra capacidad de funcionar

Un trastorno de salud mental puede afectar la manera en que nos desempeñamos en el trabajo o el estudio, aprendemos, participamos en actividades sociales y en las relaciones tanto familiares como personales.

De acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud (OPS), la depresión es uno de los principales trastornos que afecta a la población mundial y una de las causas más importantes en términos de discapacidad. Destacan también la ansiedad, esquizofrenia y bipolaridad. Estos y otros más constituyen una alarma de atención inmediata en nuestros países y el mundo, más aún en la era de la pospandemia de la covid-19.

Una epidemia silenciosa

La OPS calificó a las enfermedades de salud mental como una epidemia que ha venido afectando, silenciosamente al continente americano, mucho antes de la llegada del virus SARS-CoV-2. Además, según cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS), cerca de 280 millones de personas padecen de depresión a nivel global y unas 700.000 se suicidan por año.

En América, nuestra población ha tenido que enfrentarse a crisis económicas, pérdida de seres queridos o de trabajo, aislamiento, incertidumbre y hasta miedo al contagio a raíz de la pandemia. Estas condiciones influyeron en un incremento del 25% en los casos de ansiedad y depresión, en el mundo, según OMS.

Sin duda, recientemente estas cifras han llegado a encender una luz roja en nuestros sistemas de salud y en nuestras sociedades, donde resulta importante comprender que la salud mental tiene un valor intrínseco y primordial en el bienestar de todos nosotros.

Y es aquí, en donde todos los actores del ecosistema de salud debemos interrelacionarnos para apoyar a la población a enfrentar sus miedos, ansiedades o depresiones, y hacerles saber que pueden salir adelante, mejorar e inclusive, recuperarse por completo. ¡No están solos!

Actuemos ya

Factores psicológicos y biológicos de cada persona, el abuso de alguna sustancia, la genética, la exposición a circunstancias sociales o geopolíticas y la desigualdad, entre otros, pueden hacer que las personas sean más vulnerables a las enfermedades de salud mental.

Lo cierto es que actuar sobre algunos de estos determinantes implica tomar medidas en diversos sectores, incluyendo trabajo, educación, ambiente y justicia, entre otros, mientras salud contribuye con esfuerzos ligados a la prevención, campañas de concientización, brindar atención oportuna a los pacientes y facilitar la coordinación entre todos los actores.

Uno de los mitos más comunes en torno a los trastornos mentales es que no hay esperanza para las personas que los padecen. La realidad es que sí existen especialistas con quienes podemos conversar, tratamientos médicos y hasta equipos de apoyo en los sistemas sanitarios; solo es necesario darle una mayor prioridad a la atención de la salud mental.

El autor es médico internista.