Menos pobreza con más capacitación

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Durante una reciente visita a Perú, el premio Nobel de Economía 2007, Eric Maskin, de la Universidad de Harvard, afirmó que los programas sociales en ese país, a pesar del incremento, solo surten un efecto paliativo porque no van a reducir la pobreza a largo plazo.

Para resolver este problema y la desigualdad, plantea como tesis que el Estado financie la capacitación de los trabajadores menos preparados.

“La población debe tener los medios para ganarse su propio sustento, y los programas sociales pueden ayudarles a llegar a ese punto si les damos asistencia, educación y capacitación a corto plazo, inmediato y largo plazo”, propuso Maskin en una entrevista concedida al periodista peruano Omar Mariluz.

En otras palabras, la pobreza, fuera de los casos de incapacidad permanente o temporal, no se supera con asistencialismo, sino tensando el arco creativo y facilitando el desarrollo de capacidades en ciudadanos que han tenido menores oportunidades educativas y de capacitación.

La población pobre se compone, en gran parte, de los desocupados que no encuentran trabajo por su bajo nivel educativo y técnico, que solo cambiarán de situación si se capacitan.

Esta tesis la he sostenido en esta página a lo largo de veinte años, a pesar de no tener ningún nobel ni de trabajar en Harvard.

Trabas en el INA. Lamentablemente en nuestro país el Instituto Nacional de Aprendizaje (INA) ha adoptado la política de establecer requisitos de ingreso, para los cursos técnicos, muy elevados, como tercer año o bachillerato en zonas donde más de la mitad de la población no alcanza ese nivel. Al mismo tiempo, ha separado la capacitación técnica de la de gestión empresarial en regiones sin empleadores ni inversión pública significativa, de tal manera que los jóvenes deben emigrar para conseguir empleo y los mayores coleccionan, en la paredes de sus casas, certificados de cursos mientras siguen sobreviviendo.

Pienso que si estamos hablando en serio de política social y desarrollo, debe propiciarse un serio debate sobre este problema o seguiremos gastando el dinero público en programas caducos como si echáramos agua a un canasto.

Tanto las universidades, que se precien de tales, como la prensa de investigación deben sacar a la luz los datos existentes y propiciar confrontaciones que difuminen los dimes y diretes con que se descartan soluciones reales. Solo así se ejecutarán las reformas importantes.

Recordemos que una evaluación reciente del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) mostró que el 24% de los fondos del Fodesaf, más de $240 millones, se filtran a sectores no pobres. Sobre la eficacia del otro 76%, unos $760 millones siguen pendientes de una evaluación de resultados.

¿Nos sentamos a la mesa a analizar los datos nacionales y regionales o seguimos jugando de casita?

Miguel Sobrado es sociólogo.