Menos impuestos y más recorte de gastos

El gobierno y los diputados deben entender que si no hay reformas estructurales en el Estado todo seguirá siendo peligrosamente temporal.

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

¿Por qué no llevar a la Asamblea una reforma fiscal para transformar el sistema tributario unida al crecimiento de la economía?

El país está saturado de tributos, entendiendo por ellos impuestos, tasas, contribuciones y cargas parafiscales, pagos coactivos salidos de los bolsillos de las personas físicas o jurídicas. Lo peor es que se falta a la verdad aduciendo que la carga fiscal es de un 13 % del producto interno bruto (PIB). Los mismos medios de prensa no cuestionan esa falsedad.

Las cargas sociales, han dicho los tribunales, son tributos y, por tanto, es de rigor aceptar que la carga tributaria en Costa Rica supera el 22 % del PIB. En un libro que escribí recientemente, titulado Organizar el país de manera diferente, propongo como norma constitucional que la carga tributaria no supere el 25 % del PIB.

A todo ello se agrega que, según el estudio Paying Taxes 2018 del Banco Mundial, Costa Rica tiene un 58 % de imposiciones tributarias. Es de las más altas del mundo sobre las ganancias, incluso más que los países escandinavos y la media de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) en la cual es un 41 %.

El número de tributos es impresionante y aparecen disfrazados de diverso modo en los recibos de electricidad, de teléfono y de agua; en las certificaciones, en las exacciones bancarias, en los marchamos, las municipalidades, en el pago de licencias y facturas por servicios, en las salidas al exterior, en los bienes inmuebles e impuestos al capital, en las tasas y contribuciones municipales, en los impuestos directos e indirectos, en fin, el rosario impositivo es grande.

Disminuir. Frente a eso, hago una pregunta de sentido común: ¿Por qué una reforma fiscal tiene que incrementar siempre impuestos? ¿Por qué destinar del paquete fiscal enviado a la Asamblea solo un 23 % a la reducción de gastos y un 77% a nuevos ingresos? ¿Por qué no simplificar el sistema tributario y dejar pocos impuestos robustos, pero que de verdad la administración los cobre y mejore la recaudación?

Dime cuántos impuestos hay y te diré qué clase de enredo tienes. Lo sensato es que la administración tributaria simplifique, en vez de apostar por la complejidad.

En mi opinión, la reforma fiscal debería estar basada en eliminar varias decenas de impuestos, muchos de los cuales salen más caros al cobrarlos que al recaudarlos. Dejaría solamente unos cuantos para generar los ingresos fiscales necesarios para el funcionamiento del Estado, simplificaría al máximo la administración tributaria, eso sí, con herramientas fuertes para cobrar.

Yo aprobaría una regla fiscal constitucional con sanciones, priorizaría por encima de los ingresos tributarios la reducción del gasto en al menos el 70 % en la propuesta de reforma, eliminaría instituciones que duplican funciones y propondría, en paralelo, incluso antes, un conjunto de medidas para relanzar el crecimiento de la economía, única garantía de que los ingresos esperados se acerquen, al menos, a los ingresos contemplados en la propuesta.

Estoy convencido de que si el país no se organiza de modo diferente inexorablemente caerá en una situación complicada.

Por eso, como ciudadano, señores del gobierno y de la Asamblea: no sigan haciendo lo mismo; no posterguen los problemas. Entiendan que si no hay reformas estructurales en el Estado todo seguirá siendo peligrosamente temporal.

El autor es empresario.