Medio siglo… en ayunas

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Cuba “celebra” en estos días el 50 aniversario de la libreta de racionamiento que Fidel Castro, eufórico socialista “entonces”, estableció el 12 de julio de 1963.

Raúl Castro, hermano/sucesor/dictador, estima, medio siglo después, que el abastecimiento subsidiado es una carga insoportable para la economía, aunque salva al Comandante en Jefe de aquella decisión cuando afirmó: ¨La vocación igualitaria del pueblo cubano salvado de la especulación y el lucro¨… merced a la añeja y cada día más raquítica hoja de ruta alimentaria.

Una población de once millones de habitantes asume el sustento con el escaso contenido que le proporciona la cuota oficial, cuyas raciones mensuales se devoran en una semana, o menos.

¿Qué ejercita el cubano para sobrevivir? El promedio salarial ciudadano, al mes, es de $19. Los trabajadores de construcción son gente privilegiada: reciben $24 cada 30 días. La mayoría de la población gana en pesos nacionales, es decir, 24 unidades por un peso convertible, moneda también criolla cuasi equivalente al dólar.

En medio de tan confusa vigilia, el complicado nativo navega, resiste y, sin atender vivienda ni vestimenta, cuida lo primordial: el estómago.

La semántica es el juego malabar del oficialismo. Y aprendió el ciudadano de a pie. El cubano habitualmente sustrae al Estado, dueño de todo ¿A quién, si no? Pero no ofenda, señor. El cubano no roba, resuelve.

Isla al revés. La revolución cambió tradición y modos, una isla al revés. Pese a circunstanciales yerros, Cuba era una sociedad americana ejemplar antes de… primero de enero de 1959. Los barbudos dinamitaron el Estado de la convivencia nacional. Lo recoge nítidamente el Decálogo de Abraham Lincoln: “Usted no puede promover la fraternidad de la humanidad, admitiendo e incitando al odio de clases”.

Y de resolver a cuenta del Estado, amo indiscutible, la necesidad humana degrada. Comienza la cadena oculta de negocios. Se abre el comercio “por la izquierda” una manera de calificar al mercado negro, estraperlo, cuyo objetivo es único: aportar a cada hogar consumo indispensable.

La hostelería, gran inversión internacional en la perla antillana, en su balance de activos y pasivos recoge un capítulo permanente: 30% de faltantes. Es decir, los empleados resuelven y venden lo que se puede donde se pueda. No es raro contemplar, frecuentemente, en la hermosa Quinta Avenida, Miramar, donde muchos extranjeros mantienen sus oficinas, a intermediarios ofreciendo productos frescos o maduros provenientes de la requisa, del robo.

El faltante es compañero de resolver. Cuba –otrora autosuficiente– importa el 80% de los alimentos que consume. Alrededor de dos mil millones de dólares anuales. Poderosa carga para la economía isleña. Los ingresos del turismo están prácticamente dedicados a abastecer los comestibles. Y en el juego de movimientos de mercaderías se producen los faltantes. Hasta la gasolina arroja faltantes al arribar los tanques a las bombas.

Ingenio criollo. Existe por medio, entre resolver y faltantes, el ingenio criollo. Los deteriorados vehículos de los años cincuenta, almendrones, remendados con repuestos generados en el país, siguen tan campantes atendiendo a la curiosidad de los turistas y resolviendo problemas de supervivencia local.

La Habana, capital millonaria en habitantes, dista de otras universales metrópolis. No dispone de metro. Transporte urbano de superficie. Camiones de carga transformados en rudimentarios elementos de traslado. Y llegaron los largos buses articulados chinos. Durante dos meses deslumbraron. Pero pronto fueron escaseando. El trópico agresivo. No había repuestos para los inmovilizados vehículos. La lenta burocracia frena. Otra vez, a utilizar los reconvertidos autos…

Burocracia. La burocracia –epidemia arrasadora y consustancial del comunismo– cortó las alas a la URSS. Y Cuba está dominada por igual molde. Los casos de corrupción se multiplican. Los funcionarios se dejan comprar por los vendedores foráneos. Resolver en grado superlativo al amparo de la influencia del cargo, conectado/dependiente del Comité central.

La savia de la cubanía, heroico mambí, es el guajiro. Santo y seña del orgullo criollo. Cuando Raúl decidió entregar las tierras en usufructo, aparecieron los burócratas que, en base a la legalidad vigente, prohibieron a los campesinos hacer sus bohíos en las fincas. Fracasó el proyecto ¿Quién produce si el Estado se apodera, no paga y hasta se olvida de recoger las cosechas, abandonadas al pie del surco? Las mesas burocráticas no entienden de sudores.

Por añadidura, los burócratas cubanos son defensores del “socialismo real”. Ellos no viven la realidad socialista, que el pueblo soporta, porque disfrutan de prebendas que les compensan y distancian de la libreta de racionamiento exigida a los compatriotas limitados a resolver, desde la mañana a la noche de cada día.

Volvemos a Lincoln: “Un político puede engañar a unos, todo el tiempo, y puede engañar a todos algún tiempo. Pero lo que no podrá lograr es engañar a todos, todo el tiempo”.

¿Cuántos años más los cubanos repetirán aniversario de la libreta de racionamiento? Comer para vivir y no ayunar para entretener al estómago… Mientras la naturaleza aguante a los Castro, el calvario de los hijos de Martí continuará.