Me duele Limón

Un recuento del gran valor de la provincia del Caribe ahora tomada prácticamente por el narcotráfico

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Es un dolor punzante, como producido por un puñal o una bala, y amargo de impotencia. Duele el alma y colma de incertidumbre buscar respuestas a la triste realidad que vive el pueblo limonense.

“Lo mejor de Limón es su gente”, bueno, la que quede, porque debido a los asesinatos todos los días no quedarán almas alegres, trabajadoras, fuertes y cálidas como sus playas.

Me duele Limón por tanto que lo han exprimido, por tanto que lo han dejado al sol sin sombra que lo acompañe.

Me duele Limón al sentir que se pierde y porque lo mucho que se hace resulta poco. Me duele Limón con el dolor de un padre o de una madre, con ojos de pánico y rabia en los dientes.

De paso por Cahuita o Puerto Viejo, podría morir por una bala perdida o dirigida a mí por el simple hecho de pasar de camino. Las arenas blancas ya no hacen juego con las sonrisas felices de sus habitantes, pues les han robado la risa.

Tanto tan malo está pasando que ya extraño las huelgas en la Junta de Administración Portuaria y de Desarrollo Económico de la Vertiente Atlántica (Japdeva) y las diatribas sindicales; tanto tan malo está pasando que me duele Limón al recordar su música, bailes y comidas propios, y hoy de luto.

¿Qué habrá pasado? ¿Dónde habrá quedado la alegría que catalizaba su belleza? Maldita droga, malditos traficantes, malditos asesinos, malditos malvivientes que han hecho que me duela tanto por Limón. El dolor es crónico, se asienta y acrecienta.

Cómo quisiera que por una vez los sindicatos de Japdeva y otros dirigieran sus discursos y se levantaran para proponer soluciones eficaces para combatir las bandas y piógenos que enferman Limón. Cómo quisiera la alegría con que vivieron Marcus Garvey y Orlando Robinson, porque a pesar de la flota negra y discriminación tuvieron para vivir una esperanza.

Me duele Limón y es un dolor profundo de mar, y en esa profundidad encuentro inocentes asesinados y discapacitados de por vida. Me duele la profundidad oscura en que ha caído un pueblo querido, pujante y nuestro.

Temo que más que curarme, me están llenando de promesas que solo vendrán a exprimir más al Limón que hoy tanto me duele

pzuniga@eyalaw.com

El autor es abogado.