‘Más triste es no tener enemigos’

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Viene de perlas este verso de Martí en relación con la noticia que cayó hace poco: don Julio Rodríguez se retiró de su labor permanente en La Nación . Este pensionado aplaude: “ Gaudeamus ”. Estoy seguro: don Julio no será de esos retirados improductivos: debemos seguir siendo activos, antes de que, como reza en la canción estudiantil, “de nosotros aprovechen el humus”.

El caso me recordó una funesta nota de febrero del 2007, cuando un colega, nada menos, le mandó al ahora exdirector de la “Página 15” (como la llamamos a la usanza de don Guido Fernández) una nota que decía: “Señor Julio Rodríguez. La Nación . Hágale un servicio a la humanidad. Muérase”. Sí: eran días y meses de efervescencia en torno a la lucha contra el TLC entonces. No es este el momento de evaluar si este Tratado fue provechoso o no para Costa Rica. Me desvela otro asunto: para quienes hemos sido profesores universitarios (y, un tanto inevitable: seguimos “hablando delante un público”, como reza la etimología del vocablo), resultó insolente esa misiva. Traumática, además: la asociamos con aquel “¡Muera la inteligencia! ¡Viva la Muerte!” que, en un conocido episodio de la Guerra Civil española, espetó aquel estúpido militar, al cual el gran Unamuno contestó "Venceréis, pero no convenceréis".

Que yo sepa, don Julio no hizo carrera académica, pero dictó cátedra: lo postulo porque el valor de sus escritos, ¡tantos! para mí en todo caso, fue el de incitar a pensar por mi cuenta, a discrepar, a afilar el lápiz… ¿Que don Julio fue y es un “reaccionario”? Pues me alegro: reacciona… nada de saco de papas como la mayoría que se acomoda donde lo dejan caer. ¿Que protesta y, por ende, es “protestante”, a mucha honra: el término viene de quien testa en pro de algo, de frente, afirmando sus ideas… De eso se trata: de sembrar inquietudes, aunque, por ejemplo, yo para nada concuerdo con su super-valoración del fútbol. Pero esa idea no nos desvela. Al vuelo apunto dos mástiles en la carabela que salió del astillero “Julio Rodríguez”: el primero, su “costarriqueñidad” crítica, no de bobo complaciente, como prevalece demasiado. Prefiero, por ejemplo, que él lo afirma, no yo, respecto de su propio gentilicio: “donde sí es no y no es quizás”. Como un buen tinto, la aseveración me provoca. ¡Todo un eje investigativo! Por mucho que nos auto-afirmamos como “diferentes”, aquello nos acerca a esos “nicas” del Güegüense y, por allí, a los “manos” mexicanos… El segundo mástil que atisbo en este tremendo navío del columnista es su catolicismo combatiente, sin miedo a mostrar color de bandera, como la mayoría de nosotros. Insisto, para estar de acuerdo, o no, con él, a distancia de medio milenio re-encarna el “ miles cristianus ” que proponía mi amigo Erasmo.

Por eso, “… más triste es no tener enemigos. Porque (…) es señal de que no tiene/ ni talento que haga sombra,/ (…) ni carácter que impresione,/ ni valor temido (…) ni ninguna cosa buena que se le envidie”. Digno sucesor de Enrique Benavides (otro sin pelos en la lengua): cuando quiera, don Julio, siga izando velas, desvelando. Buen viento le deseo. Sobre todo ahora, con la campaña política encima, tenemos que desvelarnos.