Más que defender un título de boxeo

Que la doble moral y el irrespeto no nos sigan ganando la partida

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Costa Rica sigue siendo un país de gente homofóbica y sexista; ejemplos hay muchos, pero uno de los más recientes y mediáticos son las expresiones y hasta “noticias” que se emitieron por lo que consideraron era una apariencia “poco femenina” de la boxeadora Dakota Stone. Solo hace falta gastar tiempo leyendo los titulares de algunos mal llamados medios de comunicación, o escuchar los comentarios de muchas personas que, independientemente de lo que hacen, comparten como denominador común la intolerancia y el irrespeto.

¿Quién les habrá dicho a estas personas que ser mujer depende de si una anda el cabello largo o viste falda, o de si una gusta de aretes que le lleguen a los hombros o hace talla 36 de busto (empezando porque ya ni se saben cuáles son de verdad o cuáles de silicón)?

Estereotipos. Ser mujer no es una cuestión de maquillaje, ropa, accesorios o tono de voz; eso sería muy fácil. Todo eso son mandatos sociales que pretenden determinar el ser mujer y que buscan seguir estableciendo parámetros que al fin de cuentas lo que hacen es perpetuar el control. ¿Por qué se nos tiene que decir cómo hablar, sentarnos o responder? ¿Qué si una desea hacer todo lo contrario o al menos algo diferente?

Pretender que las mujeres sigamos cumpliendo con esta serie de mandatos patriarcales, es reproducir esta sociedad sexista (y qué pena saber que las mismas mujeres calificamos a nuestras congéneres con esa dureza implacable que solo refuerza el mismo sistema).

¿Por qué le tememos tanto a lo diferente, a las personas que han sido valientes y capaces de imponerse al sistema que les demanda ser o actuar de una manera en particular? Orgullo deberíamos sentir por aquellas personas que se han atrevido a levantar la voz y defender lo que consideran les hace felices y auténticas.

Estoy segura que no faltará quien en esto saque una vez más el nombre de Jesús para hacer ver que Él no acepta algunas de estas escogencias; me adelanto a decirles que quien pueda pensar eso desconoce el carácter de Jesús. Él es el mejor ejemplo de respeto, tolerancia e igualdad. Si no, que vuelvan a leer el pasaje de María Magdalena y me digan quién fue el único que alzó su voz para defender a aquella mujer que yacía en el suelo en espera de recibir las pedradas de quienes la acusaban.

Que la doble moral y el irrespeto no nos sigan ganando la partida, ni con las mujeres ni con los hombres que han sido capaces de defender lo que quieren, más allá de un título mundial de boxeo.