Más que catedrales en el desierto

Nuestra política regional de desarrollo debe ir más allá de lo hasta ahora implementado

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Los autores italianos acuñaron el término ‘catedrales en el desierto’ para describir una serie de fallidas políticas públicas implementadas en el Mezzogiorno durante la década de los sesenta. La expresión hace referencia a una práctica persistente en la administración pública, que consiste en diseñar ambiciosos proyectos carentes de pensamiento sistémico, proyectos que desconocen el sustrato socioeconómico en que serán implementados y, por ello, son incapaces de generar encadenamientos locales. Exactamente como un templo en mitad del desierto al que nunca asistirán los fieles.

¿Cuál es, entonces, el nuevo paradigma que define la planificación del desarrollo regional y que algunos países, incluida Costa Rica, están implementando?

1. El objetivo no es compensar únicamente a la región pobre, es ayudar a todas las regiones, cuales sean, para explotar las oportunidades de desarrollo existentes. Muchas regiones esconden oportunidades que aún no “despiertan”.

En muchas partes del país hay pymes que trabajan en la misma actividad que su pyme vecina, sin especializarse, por ejemplo, en algunas de las diferentes fases del proceso productivo, con lo cual podrían aumentar su propia competitividad en cadenas de valor.

2. La política de desarrollo rural no debe ser sinónimo de política agrícola. Si analizamos los casos de éxito en el ámbito internacional, la gran mayoría de los empleos en las regiones rurales no se generan en el sector agrícola, sino en otros sectores. Es claro que esto no significa que la política agrícola deba ser abandonada, sino simplemente que no debemos olvidar que hay muchas oportunidades latentes en las zonas rurales y que no debemos cerrarnos únicamente a las oportunidades que conocemos, incluso si han sido tan exitosas como el turismo rural.

3. Es indispensable vigilar la forma en que se implementa la estrategia. Para esto, se necesita de un conjunto de medidas aportadas por diferentes instituciones y actores. La lógica no puede ser sectorial: debe ser necesariamente multisectorial y territorial.

4. La estrategia debe descansar en la inversión, no en los subsidios. Esto permite crear bienes públicos de los que se pueden beneficiar todos los actores de la región.

5. Finalmente, no es el Estado central el que debe definir de manera aislada cuáles son las prioridades de la región, como tampoco lo es el Gobierno local. Deben ser, de manera coordinada, el Gobierno central, el Gobierno local, los sindicatos, los empresarios, las comunidades y otros actores relevantes para las zonas, cada uno en el rol de su competencia.

A lo largo de la anterior y la presente Administración, el Ministerio de Planificación Nacional y Política Económica (Mideplán) ha venido desarrollando un proceso de planificación cada vez más sofisticado, que busca una transición del modelo centralista a uno con enfoque regional, pasando de un único juicio de experto a un modelo que se construye y valida con la participación ciudadana y a partir de las necesidades específicas de cada región.

Ejemplo es el acompañamiento y coordinación que Mideplán brinda en la elaboración de los Planes Cantonales de Desarrollo Humano Local, permitiendo que 56 cantones dispongan ya de una Agenda Cantonal de 10 años, construida a través de un proceso intensamente participativo. Otro ejemplo es la reciente elaboración del Plan de Desarrollo Integral del Cordón Fronterizo Norte, presentado por la Presidencia de la República el pasado 14 de marzo y mediante el cual diversas instituciones y actores locales coordinaron sus acciones para trabajar articuladamente en la conclusión de la Ruta 1856 y el desarrollo de las regiones Chorotega (La Cruz), Huetar Norte (Upala, Los Chiles, San Carlos y Sarapiquí) y Huetar Atlántica (Pococí).

Nuestra política regional debe ir más allá, mucho más allá, de lo que hasta ahora hemos implementado.

Es urgente que el país continúe por la senda que ha emprendido en los últimos años y que persiga, con sentido pragmático y vocación inclusiva, políticas de desarrollo sensibles a los desafíos y las oportunidades particulares de cada región.