Marvin Minsky,‘in memoriam’

Minsky llegó a profundizar en la ciencia, la música y la mente

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El sonido del piano me llevó, irremediablemente, hasta mi niñez. Como entonces, me dejé seducir por la magia infinita de la música, y me fui acercando lenta y calladamente para no interrumpir el embrujo. Como entonces, con cada paso inhalé cada nota, cada frase, cada melodía.

En la casa de barrio Amón, las canciones eran alegres y venían de mi abuela paterna, quien tocaba, cantaba y llevaba el ritmo con el pie. En la casa de mi abuela materna, en Cartago, el piano era de media cola, la música era clásica y llegaba de mis tíos John y Eduardo.

Abrí cuidadosamente las dos puertas de vidrio que dan al atrio del edifico del Laboratorio de Medios (Media Lab). Escuché atenta la música clásica. La ejecución, hermosa. Me asomé curiosa. Creo que quise ver a mi abuela o a alguno de mis tíos sentados frente al piano.

Pero la realidad superó todas mis fantasías: al piano, Marvin Minsky.

Múltiples aportes. Minsky, quien murió a los 88 años el pasado 24 de enero, fue un hombre transdisciplinario. Tenía una mente curiosa que lo llevó a profundizar en la ciencia, la música y la mente.

Sus aportes a la ciencia son internacionalmente reconocidos y premiados; sus desafiantes e irreverentes teorías sobre la mente, ampliamente estudiadas.

Profesor emérito del Instituto Tecnológico de Massachusettes (MIT), Minsky fue uno de los arquitectos de la inteligencia artificial, aunque sus colaboraciones al conocimiento también incluyen propuestas en psicología cognitiva, en redes neuronales, en robótica y telepresencia.

Sus investigaciones hicieron posible, posteriormente, el desarrollo de las computadoras personales y de la Internet.

Sus logros científicos son múltiples, y ya en 1969 recibía el premio Turing, el más alto galardón otorgado en las ciencias de la computación.

La fama de su mente trascendió las aulas y laboratorios del MIT. Por ejemplo, en 1968, el director de cine Stanley Kubrick, quien se preparaba para hacer la película 2001: Odisea del espacio, lo visitó para comprender el avance de las computadoras y preguntarle si creía que estas podrían hablar articuladamente en esa fecha.

En la década de los 70, Minsky inició un trabajo con Seymour Papert (este último considerado el primer epistemólogo poscomputacional) y entre ambos formularon la teoría de la sociedad de la mente, inspirada en teorías del desarrollo infantil y en sus propias experiencias como investigadores de inteligencia artificial.

Dicha teoría propone que la inteligencia es un proceso emergente que resulta de la interacción de una diversidad de agentes mentales.

Posteriormente, Papert dedicó su atención al desarrollo de una teoría educativa para explicar el aprendizaje con tecnologías digitales (construccionismo). Minsky, por su parte, continuó con su teoría que dio como resultado, en 1985, la publicación del libro del mismo nombre: The Society of Mind.

En el 2006, publicó una secuela: La máquina de las emociones: sentido común, inteligencia y el futuro de la menta humana, donde explica el funcionamiento de la mente y su evolución desde formas simples de pensamiento hasta formas tan complejas que permiten incluso reflexionar sobre sí mismas.

El talento de Marvin Minsky al ejecutar e improvisar en el piano era reconocido, y las veladas musicales que ofrecía se tornaron famosas y celebradas. Muchas veces, dijo que escuchar música es una experiencia de aprendizaje.

Escucharlo interpretando al piano era más que eso: eran vivencias complejas, íntimas, espirituales.

¡Buen viaje, Marvin! Gracias por la ciencia, la música, los desafíos y las irreverencias.

La autora es catedrática de la UCR.