Mario Herrera: ¿Cuánto le queda al Santamaría?

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En varios medios de comunicación se ha hecho referencia a la necesidad de pensar en un nuevo aeropuerto que a 10 años plazo reemplace el Juan Santamaría. Esta perspectiva debe analizarse con cuidado.

En el pasado, especialista extranjeros nacionales hicieron unos seis estudios, así como tres planes maestros de transportes. En dos de estos últimos se analizan sitios alternativos para la ubicación de un sustituto de la terminal. En las proyecciones de pasajeros y operaciones los resultados han sido muy optimistas, con cifras de 8.974.800 y 10.879.200 para los años 2020 y 2025.

En los últimos cinco años, el número de pasajeros internacionales que se movilizan por el Juan Santamaría se estancó; las cifras oscilan entre 3,7 millones y 3,8 millones al año, y los pasajeros nacionales han disminuido. También han mermado las operaciones; pasaron de 87.384 en el 2010 a 65.629 en el 2013.

Entre las causas que motivan el lento crecimiento, actual y a futuro, se cita la crisis económica y financiera mundial, el incremento de las guerras y el terrorismo en el mundo y el auge del aeropuerto Daniel Oduber: pasó de movilizar el 9,4% de los pasajeros internacionales en el 2009 al 15,1% en el 2013.

Realidad del transporte. Otro factor clave es que el mercado tiene hoy aeronaves con mayor capacidad de asientos, y que por lo tanto transportan más pasajeros. En 1990, un Boeing 727-200 tenía capacidad para 130 asientos. Hoy, el Air bus 320 tiene para 180.

El levantamiento del embargo de EE. UU. a Cuba podría, además, direccionar a más turistas norteamericanos al Caribe en el futuro. Y, por último, Costa rica enfrenta una pérdida de atractivo y competitividad, por ser un país caro en relación con otros destinos de la región.

El aeropuerto presenta algunas restricciones en infraestructura, pues se construyó bajo normas de la Administración Federal de Aviación de EE. UU., no bajo las de la Organización Internacional de Aviación Civil.

Según una de las revisiones del plan maestro, a causa de esto deberían realizarse inversiones de $122 millones en el aeropuerto. Este es uno de los motivos para pensar en trasladar el aeropuerto a otro lugar, como Orotina.

Sin embargo, no se han tomado en cuenta los costos de transporte terrestre que implicaría el traslado de operaciones a ese nuevo sitio, los cuales ascenderían a $10,8 millones anuales, si se toman en cuenta los costos de operación vehicular y volúmenes actuales de tránsito.

Este es un análisis que las firmas consultoras no han incorporado en sus estudios. Otro costo importante sería la adquisición de terrenos.

La experiencia mundial en administración de aeropuertos ha demostrado que lo más sensato es crear un organismo público autónomo, como la Autoridad Metropolitana de Aeropuertos de Washington, el Aeropuerto Internacional de Tocumen S.A., la CEPA en El Salvador o Aeropuertos y Servicios Auxiliares de México. Otra alternativa es la creación de un instituto aeronáutico que se encargue de operar los aeropuertos.

En conclusión, se nota la necesidad de hacer estudios más detallados en relación con el espacio aéreo por la cercanía con el Tobías Bolaños y los sobrevuelos, y un análisis capacidad-demanda para atender las operaciones sostenibles de la demanda y las operaciones que ocurren en la hora pico.

Algunas medidas importantes en el Juan Santamaría son: la separación de la pista principal y la calle de rodaje, por los problemas de operación que padecen aeronaves clave D/E, como el A340 de Iberia; la indispensable reorientación de un pequeño tramo de la General Cañas; la extensión de la calle de rodaje en el este, que facilitaría el acceso al final de la pista y la ampliación de la plataforma; proseguir la ampliación del edificio hacia el oeste, para así tener más posiciones de embarque y desembarque de pasajeros; la conclusión del programa de expropiaciones en el sector sur del aeropuerto; y, finalmente, buscar una solución a los caseríos que han proliferado en los terrenos al sureste del aeropuerto, para que no interfieran con futuras ampliaciones.

(*)El autor es planificador y economista de transportes