Mario Alfaguell: el tico que no es profeta en Costa Rica

Se debe reconocer y dar su lugar a los grandes compositores costarricenses

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Son la 6 p. m. del martes 9 de abril del 2013. Estamos en la Sala de Conciertos de la ciudad de Klaipeda, Lituania. Se presenta “La Fantasía de Primavera” (“Pavasario Fantazija”), con una de las orquestas jóvenes más reconocidas de Europa, la Orquesta Sinfónica de la Academia Nacional de Ciurlionis, bajo la dirección del prestigioso director Martynas Stashkus, ambos lituanos.

El programa incluye dos conciertos de Joseph Haydn, un concierto para arpa y orquesta de Francois-Adrien Boieldieu, una fantasía de Ludwig Van Beethoven y, finalmente, el estreno mundial del concierto OP. 255 N.° 11 para piano y orquesta de Mario Alfaguell (maestro, músico, pianista y compositor costarriccense) y, además, como solista la pianista, también costarricense, Ana Laura Sánchez.

¡Impresionante! ¡Intensamente emocionante! Y enorme orgullo de ser costarricense que, a miles de kilómetros, casi al otro lado del planeta, en un país lejano pero culturalmente de primer mundo, Lituania, se dé el estreno de esta obra.

Luego de la magistral interpretación de los músicos, el maestro Alfaguell fue invitado al escenario para presentarlo como autor de una gran obra de música contemporánea de vanguardia donde recibió un sonoro y caluroso aplauso del público presente.

También la orquesta, su director y la joven pianista costarricense fueron muy aplaudidos.

El intenso frío (-2°C) no fue obstáculo para que a unos pocos ticos presentes se nos subiera la temperatura de emoción y orgullo. No hay palabras para describir el momento en que dos costarricenses fueran tan aplaudidos, tan lejos de su patria.

¿Por qué el estreno de una obra, como el Concierto N.° 11 del maestro Alfaguell, no se realizó en Costa Rica, sino en un país lejano que reconoció su valor musical? La respuesta es dolorosa: las instituciones estatales como el Teatro Nacional, la Orquesta Sinfónica Juvenil y el Centro Nacional de la Música, instituciones patrocinadas por los impuestos que pagamos todos los costarricenses, le cerraron las puertas' ¡Increíble! Pero es la realidad.

No es posible que actitudes mezquinas, celos, envidias y rencillas de pueblo, sean lo que decide privar a los ticos de apreciar las obras y la cultura costarricenses.

La recomendación que deriva de esta penosa y dolorosa situación es que la máxima autoridad del país, nuestra presidenta, nombre en estos puestos personas calificadas y sin prejuicios, que tomen en cuenta la calidad artística, técnica y profesional, así como el talento de los costarricenses.

Se debe cambiar la actitud, esta situación descrita no debería repetirse, se debe reconocer y dar su lugar a los grandes compositores costarricenses.

Es probable que se hayan dado muchos otros casos similares. Pero este es el único del cual he sido testigo. Después del último aplauso, pensé: hemos ganado medalla de oro mundial en arte, cultura y música.m