Mapa, territorio y vida

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Alan Greenspan, el conocido economista de ascendencia judía, expresidente del Federal Reserve Bank, nombrado por Ronald Reagan, escribió un notable libro recientemente, que debe ser leído y releído por economistas del mundo entero. Y me doy cuenta –con disculpas por la inmodestia– de que aclara importantes temas teóricos y prácticos que he venido planteando en Costa Rica desde hace muchos años.

Infortunadamente, Greenspan, como decía mi profesor James Dusenberry, de Harvard University, estuvo por mucho tiempo entre los economistas “tan ocupados, manejando la economía norteamericana, que no disponían de tiempo para pensar”. Pero ahora, ya retirado, tuvo la oportunidad y honestidad de reconocer sus errores y aclararlos lúcidamente en el libro intitulado The Map and the Territory ( El mapa y el territorio ), Penguin Press, N. Y. 2013.

Técnicamente, la obra trata lo que podríamos llamar “aspectos epistemológicos de la economía” y sus consecuencias prácticas en los niveles más elevados de la política económica. Greenspan reconoce ahora que establecía una confusión entre los “modelos analíticos” que aplicaba y la “realidad” que analizaba. Esta confusión afecta a la gran mayoría de economistas sin que se den cuenta.

Un “modelo económico” es una especie de representación que hacen los economistas, en sus mentes, para tomar decisiones en su actividad profesional. Obviamente, “modelos” no son ni pueden nunca ser la realidad: sirven solamente para ordenar el pensamiento sobre ella. Un “modelo” es una construcción mental; en cambio, la “realidad” está fuera de la mente: es algo distinto y mucho más complejo que cualquier “modelo”.

Al equiparar ambos, los economistas caen en grandes omisiones que tratan de resolver con un famoso latinajo llamado “ ceteris paribus ”, que significa: “todo lo demás constante (o inalterado)”, lo cual no ocurre ni puede ocurrir nunca. Es un simple recurso lógico para tratar de tomar en cuenta que su análisis es parcial y transitorio. Esto es inevitable: el filósofo de la ciencia Willard Quine decía que “todo en ciencia es cuestionable y pasajero, nada es completo ni definitivo”. Solamente la ignorancia y la vanidad conducen a los científicos a creer o decir lo contrario. Es posible mostrar o ilustrar matemáticamente aquello que dijo Sócrates hace 2.500 años: “Solo sé que no sé nada”, en términos relativos y figurativos.

Al equiparar o confundir mapas (o “modelos”) con territorios (o “realidad”), los economistas cometemos enormes omisiones y errores, sin advertir a quienes escuchan o leen nuestros pensamientos. Y, así, nos confundimos a nosotros mismos y a otros, induciendo, permitiendo o creando errores de análisis y decisión sobre “temas económicos” y la “vida entera” (pongo los términos entre comillas porque padecen la misma insuficiencia o el mismo error al que nos venimos refiriendo –cabe aclarar– no solo en economía, sino en todas las ramas del conocimiento en general y de la ciencia en particular).

Hay que agradecer a Alan Greenspan por llamarnos la atención al respecto y estudiar cuidadosamente su pensamiento sobre la materia. Así como yo agradezco a don Eduardo Lizano Fait por haberme obsequiado el libro correspondiente.