‘M’ de mujer y de machismo

Sin un cambio de mentalidad no habrá cambio en la forma machista de actuar

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Asexma es la Asociación de Exportadores y Manufacturas de Chile, con 450 empresas asociadas. Su directiva está formada por cinco propietarios y siete suplentes, todos hombres. Probablemente una sola mujer habría bastado para evitar el escándalo que en pocas horas dio la vuelta al mundo y obligó a R. A Fantuzzi, presidente de la asociación, a publicar un video de disculpa a su esposa, sus hijas, sus nietas y todas las mujeres, porque en la tradicional cena navideña del gremio exportador le entregó al ministro de Economía una muñeca de inflar, de esas que se venden como juguete sexual, con un cartelito que le tapaba la boca que decía “Para estimular la economía”. El simbolismo es contundente: la mujer como entretenimiento, desnuda, dispuesta y bien callada.

En la foto de entrega del regalo, además del ministro, posaron muy sonrientes dos candidatos presidenciales: el ex secretario general de la OEA José Miguel Insulza y el actual senador Alejandro Guillier.

Indignada por todo lo ocurrido, la presidenta Michelle Bachelet declaró que, sin embargo, no le sorprende, porque sabe que en Chile hay machismo, sexismo y misoginia.

Presionado por el escándalo, Fantuzzi puso “su cargo a disposición”, pero sus muy machos colegas lo ratificaron en la presidencia. Por su parte, el exsecretario de la OEA declaró a los medios que el regalo “no tuvo mayor importancia”.

Práctica habitual. Esta noticia, como la de la grabación indiscreta en que Trump alardeaba de sus bravuconadas machistas, no son casos aislados. En todas partes las mujeres son víctimas, en mayor o menor medida, de algún tipo de abuso por parte del llamado “sexo fuerte”, lo cual va de la crasa violación de los derechos más básicos como seres humanos y las ofensas graves, como las narradas, hasta agresiones más solapadas, pero también nocivas.

Para muchos hombres es tan normal pensar y expresarse de las mujeres como objetos, que les parece irrelevante el revuelo que algo así puede ocasionar; no comprenden por qué se pueden sentir ofendidas.

El acoso, los comentarios y los chistes que agravian la dignidad femenina y las diversas formas de discriminación ocurren más a menudo de lo que imaginamos. El mundo es un lugar injusto y hasta hostil e inseguro para la gran mayoría de las mujeres.

El profesor de la Universidad de Pensilvania, Shaun R. Harper, conocido por sus investigaciones sobre masculinidad y sobre raza y género en la educación, explicó en una columna publicada por el Washingon Post hace unas semanas, titulada “Muchos hombres hablan como Trump en privado. Y solo otros hombres pueden detenerlos”, que los muchachos empiezan a pensar, hablar y comportarse así desde los primeros años de secundaria.

Es precisamente ahí cuando se debe empezar a atacar los brotes sexistas; los jóvenes que en el locker room, la cancha, el bus o donde sea hablan de las mujeres y de sus cuerpos como objetos para satisfacer sus deseos necesitan que el papá, el tío, el entrenador, el profesor, el chofer del bus y todo adulto que los rodea les enseñe a apreciar y respetar a las mujeres.

El problema es que gran parte de esos adultos se comportan también así, y no solo cuando están entre hombres. Lamentablemente, no todas las mujeres tienen conciencia de lo que son víctimas y contribuyen sin quererlo a perpetuar esos patrones.

Lejos de la erradicación. Sin un cambio de mentalidad no habrá cambio en la forma machista de hablar y de actuar. Sería obtuso no ver la relación entre esos hechos “sin importancia” y la alta incidencia de feminicidios y de delitos sexuales contra las mujeres.

La impunidad en los delitos sexuales es altísima; recientemente, nos enteramos de que en Costa Rica el 80% de esas denuncias son desestimadas. Y probablemente la mayoría de los delitos ni siquiera son denunciados porque ocurren en el entorno inmediato de la víctima, como el hogar, el lugar de estudio o de trabajo.

En América Latina, los datos en materia de abusos y crímenes contra la dignidad, la integridad emocional y física de las mujeres, tan necesarios para elaborar diagnósticos y políticas públicas de prevención y de represión, en algunos países ni siquiera existen y en otros no son fidedignos.

Costa Rica ha dado grandes pasos en la lucha contra el machismo, con esfuerzos muy valiosos tanto del sector público como del privado, pero estamos aún lejos de la meta.

Hay que seguir sensibilizando tanto a hombres como a mujeres de todas las edades en los hogares, las aulas, las iglesias y todo espacio público.

Hay que luchar contra la hipersexualización de la imagen de la mujer y su degradante uso como medio para promover el consumo de cualquier objeto.

Hay que terminar con la discriminación en todos los ámbitos, incluido el laboral. El último Informe del Estado de la Nación señala que para estimular la economía es necesario incorporar a más mujeres a la fuerza laboral; sin embargo, en el sector privado se evita contratarlas y con frecuencia se les paga menos que a sus colegas hombres.

Se requiere una política de empleo inclusiva, que permita a las mujeres incorporarse a la fuerza laboral sin que, además, tengan que hacer sacrificios desmedidos.

Crear oportunidades. En el campo de la representación política, la ley y las resoluciones de la Sala IV y el TSE han sentado las bases para la igualdad de género; pero la legalidad sin cambio cultural no basta. Asimismo, tenemos que crear oportunidades para que más mujeres lleguen a puestos de decisión en los sectores académico y corporativo.

Se sabe, por ejemplo, que las empresas que tienen más mujeres en los directorios obtienen 42% más en retornos sobre ventas y 66% más en retornos sobre la inversión.

Un movimiento que dichosamente ha ido ganando fuerza entre hombres influyentes del mundo es el de no participar en paneles y foros donde no haya participantes del género femenino.

Un caso relevante, pero no el único, es el compromiso promovido por Owen Barder, director del capítulo europeo del Centro para el Desarrollo Global (CGD por sus siglas en inglés), de no participar nunca en paneles de solo hombres –lo cual es igualmente aplicable a juntas directivas, jurados y otros cuerpos colegiados–.

¿Qué pasa si se buscan mujeres pero no hay ninguna disponible? Busque con más empeño, dice Barder, quien afirma que hay suficientes mujeres brillantes en todas las áreas como para poder incluir siempre al menos a una. ¿Y si la invitada rechaza la invitación o cancela su participación a última hora? Invite a más de una mujer, responde.

En el sitio www.owen.org/pledge hay otras sugerencias para erradicar los paneles de solo hombres y un formulario para firmar el compromiso.

Vuelvo aquí al inicio: probablemente si en la directiva de Asexma hubiera habido al menos una mujer, ese horrible regalo machista no se habría dado. La inclusividad de género también es cosa de hombres y con ella todos ganamos.

La autora es activista cívica.