Los sueños y la maternidad

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La idealización de la figura de la madre es una estrategia sistemática de los detentadores del poder para perpetuar un sistema beneficioso para ellos. En este, la mujer asume por mandato incuestionable una serie de responsabilidades dentro del hogar que garantizan la formación de nuevas personas productivas para la sociedad, al tiempo que circunscribe su ámbito de acción a esa esfera (el hogar), quedando excluida de la vida pública y de los puestos de toma de decisión. De tal forma, se construye una barrea social simbólica para que las mujeres no puedan modificar esa estructura formal y tradicional.

Características idealizadas. El psicólogo social Martín Baró explica por medio del concepto del “mito de la madre” que a la madre se le atribuyen una serie de características idealizadas: buena, santa, abnegada…La finalidad de esto es naturalizar el rol de la mujer como madre. Al percibir el rol de la madre como algo natural, también se perciben como naturales los sacrificios que implica ese rol.

Por su parte, la investigadora Aracelli Ibarra señala que se asume como “normal” la exigencia de que la mujer sea el apoyo y la guía de la familia, la madre que cuida y atienda a los hijos, la educadora, la socializadora. Este papel, concluye la autora, limita el desarrollo personal de las mujeres y, al mismo tiempo, exime a los varones de una buena parte del cuido y formación de los hijos e hijas.

A lo largo de los años esa construcción social del patriarcado ha sido combatida por muchas mujeres –y también hombres–, que en procura de una sociedad más justa han conquistado nuevos espacios y han logrado que se cuestionen los paradigmas de género.

Pese a la batalla, siguen apareciendo mensajes que alimentan las estructuras tradicionales. Estos se hacen más visibles a finales del mes de julio e inicios de agosto, particularmente en las compañas comerciales que promueven regalos para la madre. Es decir, la idealización y martirización de la madre no solo tiene un fin de conservación de poder, sino también comercial.

Sacrificio. Un ejemplo de ello es el anuncio de una tienda de electrodomésticos en el que aparecen diez madres relatando que debieron renunciar a sus sueños (estudiar en el exterior, asistir a la universidad, ser bailarina…) para atender a sus hijos o hijas. Mientras lo hacen, lloran; pero, ante la pregunta “¿cambiaría ser mamá por sus sueños?”, todas responden de forma negativa. El video finaliza con emotivas tomas de las mujeres abrazando a sus hijos o hijas.

El mensaje que se transmite es que las mujeres renuncian a sus sueños (sacrificio) para ser buenas madres, y a cambio de tal acción obtienen el amor de sus hijos (recompensa). La maternidad –o la buena maternidad– se asocia con sacrificio, un sacrificio que se concibe como natural y basado en el amor. La buena madre es aquella que prioriza los intereses de sus hijos e hijas por encima de los suyos, aunque esto implique renunciar a sus sueños.

¿Qué pasa con las mujeres que no están dispuestas a renunciar a sus sueños? ¿Son acaso malas madres? ¿No son tan buenas como las que sí lo hacen?

Acá se refleja una falacia de falsa oposición: se presentan dos alternativas excluyentes entre sí como únicas opciones, cuando en realidad existen más alternativas que no han sido consideradas.

La maternidad y la realización de los sueños no son incompatibles. Una sociedad basada en la equidad debe garantizar que todas las personas realicen sueños. La maternidad no es responsabilidad exclusiva de la mujer, es también del hombre y del Estado.

Además, la maternidad no es el sueño de toda mujer. La realización de la mujer no está ligada al hecho de ser madre. Ser mamá debe ser una decisión, no un mandato natural.

Aquellos que simpatizan con el anuncio podrían plantear que este presentó una de las tantas concepciones de la maternidad sin la finalidad de excluir a las demás; sin embargo, justo escogieron la que perpetúa las relaciones desiguales, lo que tácitamente deslegitima las formas de ser madre que cuestionan los roles tradicionales.

Nueva visión. Un compañero de trabajo me dice que se sintió identificado con el anuncio (algo entendible, ya que la publicidad procura crear empatía desde lo emotivo), pues su madre hizo muchos sacrificios para criarlo a él y a sus hermanas. Así como él, habrá muchos más.

Debe quedar claro que el cuestionamiento no es hacia esas madres. Se reconoce su labor. Ellas, producto de la sociedad desigual –que el anuncio legitima y perpetúa–, debieron renunciar a sus sueños, muchas de ellas sin alternativa, para sacar adelante a sus hijos e hijas.

Mas la idealización de la madre mártir se debe ir rompiendo. Hay que exaltar a la madre independiente, creativa, fuerte e inteligente dentro y fuera del hogar. Todas las madres del comercial de electrodomésticos probablemente tengan esas características, pero, en el anuncio no se habló de ello, todo se limitó al sacrificio.

Debemos, todos y todas, construir una sociedad más justa, cada quien desde su trinchera. Es misión del Estado garantizar que las mujeres ejerzan sus derechos y gocen de las mismas oportunidades que los varones, en ambientes libres de violencia y discriminación. Hay que desarrollar políticas públicas dirigidas a la familia y a la mujer: redes de cuido, equiparación de salarios... Pero también desde nuestra cotidianidad, en nuestro accionar diario. Lo primero que hay que hacer es no ver como natural las imposiciones sociales, y cuestionar los mandatos de género que perpetúan injusticias y desigualdades.