Los impuestos altos desestimulan el espíritu emprendedor

En vez de gravar las utilidades, una estrategia más eficaz es impulsar la creación de empresas

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Mediante mecanismos democráticos, establecimos actividades apropiadas para socialmente llevarlas a cabo, entre ellas, administración de justicia, educación, salud pública y transporte.

El Estado recauda fondos para financiarlas mediante los impuestos, es decir, el precio fijado a la generación de ingresos. Similar a otros bienes, cuanto mayor sea el precio, menor es la cantidad. Cuanto mayor sea la tasa impositiva, menor será la generación de ingresos.

De lo que se trata es de diseñar mecanismos para que el Estado recoja los fondos necesarios para sus actividades de manera que cause el menor daño a la producción de bienes y servicios.

Por otro lado, sabemos que las sociedades avanzan mediante aumentos en la productividad. Por ejemplo, supongamos que vamos a excavar un canal de irrigación. Podemos hacerlo con horas persona usando palas, y esas horas producirán equis número de metros cúbicos de canal. Pero si tenemos un tractor, manejado por un humano, la productividad de una hora persona de ese humano será marcadamente mayor que esa misma hora usando pala.

Con el tractor, el mismo número de horas persona genera marcadamente más producto. ¿Cómo diseñamos estímulos para que socialmente tengamos más tractores? Ahí está el detalle.

Experimento de pensamiento: somos diez labriegos usando herramientas sencillas de agricultura. Individualmente, no podemos comprar un tractor. Pero a uno de los diez se le ocurre formar una sociedad empresarial, entre los diez la capitalizamos, la empresa compra el tractor y luego nos lo alquila cuando cada uno lo use.

Observación fundamental: la formación de la sociedad empresarial posibilitó que la productividad de la comunidad aumentara; de otra forma, sin ella, seguiríamos usando palas y gozando de menos producto.

La empresa es el agente social de productividad. De lo que se trata socialmente es de que estimulemos la formación de empresas. Pero si le ponemos un impuesto a la empresa, digamos del 50 %, ¿se habría constituido para adquirir el tractor? ¿No será mejor una estrategia para estimular la mayor cantidad de formación de empresas, que es por donde vienen los aumentos sociales en productividad, y recaudar los ingresos necesarios para las actividades gubernamentales por otra vía, digamos con impuestos directos a los ciudadanos, ahora más ricos después del tractor?

En el análisis final, las empresas no pagan impuestos. Son un ente que recauda fondos para el Estado. Los que verdaderamente pagan los “impuestos empresariales” son los clientes de las empresas a través de precios más altos; los empleados, con sus salarios más bajos; y los socios, cuando reciben menores utilidades.

Los anteriores razonamientos no son únicamente teóricos. La evidencia estadística los apoya. Irlanda incrementó marcadamente los ingresos, per cápita y del gobierno, aplicando significativas reducciones a los impuestos empresariales. En Costa Rica, las zonas francas son un modelo de generación de actividad económica. Disminución de tasas impositivas en los gobiernos de Kennedy y Reagan subieron la recaudación total del gobierno estadounidense.

En vez de tasar las utilidades de las empresas, pareciera que una estrategia más eficaz socialmente es no interferir aumentando impuestos empresariales a la formación y operación de las empresas, y recaudar los fondos suficientes para sostener las actividades del Estado directamente de los individuos que, sin la presencia de gravámenes empresariales, reciben mayores ingresos.

ticomoreno@comcast.net

El autor es ingeniero gerencial.