Los antropólogos de Intel y las dos culturas

Un aporte a la pregunta retórica de si una corporación como Intel tendría la necesidad de emplear a sociólogos o antropólogos

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En su ensayo Las dos culturas y la revolución científica, publicado en 1959, el científico y novelista británico C. P. Snow argumentó que la sociedad occidental se había dividido en dos culturas intelectuales: la científica y la de las humanidades. Para el autor, muchos intelectuales de las humanidades carecen de un entendimiento profundo sobre ciencia y tecnología, al igual que muchos científicos no tienen conocimiento de historia, filosofía y arte.

Snow afirmó que la división entre las dos culturas limita nuestra habilidad para pensar de forma creativa e integral sobre temas complejos. Desde su perspectiva, cerrar la brecha entre las dos culturas era fundamental para abordar desafíos globales como la pobreza, el progreso económico y la amenaza nuclear.

Snow abogó por una “tercera cultura” de pensamiento integrador para unir las perspectivas científicas y de las humanidades. Esta división sigue siendo un asunto contemporáneo en el debate intelectual.

Casualmente, en los últimos días, varios articulistas han ofrecido en este foro sus perspectivas en respuesta a la pregunta retórica de si una corporación como Intel tendría la necesidad de emplear a sociólogos o antropólogos.

Antes de ilustrar esa interrogante con una simple respuesta fáctica, cabe señalar que en las últimas décadas ha habido importantes avances en campos científicos multidisciplinarios que buscan integrar las perspectivas de las ciencias naturales, sociales y humanas en disciplinas como la antropología, la lingüística y la ecología humana.

Sin embargo, en paralelo, en algunas corrientes de las ciencias sociales posmodernas se acentuó un escepticismo sobre la objetividad científica y un cuestionamiento a los métodos y epistemologías de las ciencias naturales.

Estas posturas extremas en ocasiones refuerzan las divisiones disciplinarias en lugar de tender puentes, representando un desafío contemporáneo a la visión integradora que Snow planteaba sobre las dos culturas.

Regresando a la interrogante que ha encendido esta renovada discusión sobre la percibida división entre las ciencias naturales y las humanidades, cabe señalar el trabajo de la antropóloga Genevieve Bell y su equipo de científicos sociales en la corporación Intel.

Comenzando en 1998 y hasta antes de regresar al trabajo académico en el 2017, la Dra. Bell lideró un grupo de antropólogos, sociólogos y psicólogos que estudiaron cómo las personas adoptan e interactúan con las tecnologías en la vida real.

Utilizando métodos etnográficos, como entrevistas y observación participante, Bell y sus colegas estudiaron los comportamientos, valores y aspiraciones de diversos grupos culturales respecto a la tecnología, y abordaron cuestiones sociales como la brecha digital de género y el envejecimiento de la población. Sus estudios influyeron en el diseño de productos y ayudaron a que sean más intuitivos y respondan mejor a las necesidades de los usuarios.

Problemas multifacéticos requieren miradas integrales que sinteticen conocimientos y enfoques desde distintas áreas. Hacer frente al cambio global requiere combinar ciencias naturales, tales como la climatología, la ecología y la geofísica, con ciencias sociales como la economía, la sociología y las ciencias políticas. Solo así se pueden diseñar respuestas que tomen en cuenta tanto los procesos biofísicos como los comportamientos humanos y los sistemas energéticos, productivos y sociales.

De igual modo, la pandemia dejó claro que se necesitan respuestas coordinadas de la epidemiología, la salud pública, la sociología, la antropología, la economía, la educación, la psicología y la ética, entre otros campos.

Hay esperanza de que las nuevas generaciones de líderes y tomadores de decisiones en los países en desarrollo estén abiertas a informarse y emplear los últimos avances del conocimiento multidisciplinario para mejorar las condiciones de vida de sus ciudadanos.

La curiosidad intelectual y el compromiso con el bienestar social son claves para aprovechar el potencial de la ciencia, la tecnología, las humanidades y las artes en el diseño de mejores políticas públicas.

Líderes despiertos, críticos y con visión humanista pueden marcar una gran diferencia. Persisten, sin embargo, muchos obstáculos, como la corrupción, la falta de recursos y visiones políticas estrechas.

Nuestros países requieren líderes que promuevan políticas educativas, sanitarias, ambientales y sociales basadas en evidencia científica, compromiso ético y entendimiento de las complejidades culturales de sus sociedades. Ojalá esta tendencia se profundice para el bienestar de las presentes y futuras generaciones.

joaquin.e.chavescedeno@nasa.gov

Joaquín E. Chaves Cedeño es oceanógrafo en Science Systems & Applications Inc. en el Centro Espacial Goddard de la NASA en Maryland, Estados Unidos.