Lo mismo de siempre

Es hora de que se rompa la tradición de la Iglesia católica de esconder los escándalos de pederastia

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Este diario publicó recientemente la noticia de un sacerdote, nada menos que el vicario pastoral de la Arquidiócesis de San José, que fue separado de sus labores eclesiásticas por ser el supuesto padre de un joven de 12 años producto de sus relaciones sexuales con una mujer casada a quien, por cierto, había casado anteriormente.

Como ha sucedido en el pasado y sigue sucediendo, se trató de ocultar el hecho ya conocido por la más alta autoridad eclesiástica, para evitar el lógico escándalo, y se planeó romper la relación calladamente, cuando ya el padre cumpliera los 50 años de sacerdocio, lo cual no sucedió debido a que la noticia la publicó un periódico.

Algo similar ocurrió con otro sacerdote que una noche, manejando un automóvil bajo los efectos del licor, atropelló y mató a un joven y salió huyendo sin saber en qué condición dejaba el atropellado y sin brindarle la menor ayuda. Por dicha varios taxistas lo siguieron y se pudo iniciar un proceso legal contra él. Es de esperar que reciba el lógico castigo, lo cual no hubiera sucedido si fuera solo juzgado por un tribunal eclesiástico.

En Argentina se presentó el caso de un exministro del Gobierno de Cristina Kirchner a quien sorprendieron sobre el muro de un convento tirando varios millones de dólares en billetes, los cuales unas monjas diligentes escondían en una bóveda subterránea. Cuando fueron sorprendidas por la Policía, justificaron su conducta indicando que lo hacían por órdenes de la madre superiora. El dinero fue decomisado, pero nadie fue castigado.

Historia de abusos. También en Argentina, en Paraná, el sacerdote Justo José Ilarraz, quien dirigió un colegio secundario católico, abusó durante varios años de muchos niños y jóvenes. Se lleva a cabo un juicio penal, pero ya la defensa ha solicitado que se desestime el caso por haber prescrito. Menciono estos casos de Argentina porque leo regularmente La Nación que se publica ahí, pero lo mismo debe suceder en otros países.

Es conocido el caso del sacerdote Lawrence Murphy director de la escuela para sordos St. John’s, en la ciudad de St. Francis, Wisconsin, quien abusó sexualmente de más de 200 menores de edad durante muchos años. El papá Benedicto XVI conoció el caso cuando era el cardenal Joseph Ratzinger, pero nunca tomó ninguna medida para un posible castigo y lo único que hizo fue recomendar mucha discreción.

Finalmente se inicio un proceso, el cual se detuvo al recibir una carta de Murphy diciendo que estaba arrepentido y, además, enfermo. Al final, este sacerdote murió sin ser juzgado ni sancionado y fue enterrado vestido con su hábito sacerdotal y todos los honores del caso. Posiblemente el caso más grave de pederastia fue del sacerdote mexicano Marcial Maciel, fundador y director de la Legión de Cristo, quien no solo abusó de muchos niños sino también de jóvenes que iniciaban el camino del sacerdocio y de varias mujeres con las que tuvo seis hijos de los cuales también abusó.

Fue protegido por el papa Juan Pablo II y por Benedicto XVI. Al final, este ultimo Papa decidió que Maciel debía renunciar a la Legión de Cristo y pasar el resto de su vida “en oración y penitencia”, lo cual se supone que hizo en una lujosa mansión que poseía. Nunca recibió un verdadero castigo. Ya es hora de que se rompa esta tradición de la Iglesia católica de esconder, de evitar a toda costa los escándalos que, si se producen, sean bienvenidos, y proteger a los seres más débiles e indefensos, como son los niños, a quienes todos debemos proteger y jamás lastimar ni destruir su inocencia.

El autor es periodista.