Legión de horror para Chirac

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La decisión del Gobierno francés, de realizar, a contrapelo de la opinión internacional, una serie de pruebas atómicas en cierta isla del Pacífico, ha sido tomada como un acto de arrogancia o de ineptitud política. Es extraño que el Gobierno de Costa Rica no haya expresado con suficiente solidez su oposición, y es más extraño aún que personajes influyentes de nuestro país hayan apoyado abiertamente unos experimentos nucleares verdaderamente indefendibles. Curiosamente, otros países ribereños del Pacífico, más alejados que Costa Rica del sitio en el que se realizan las pruebas, protestaron con vehemencia y tomaron acciones legales y diplomáticas que nos habría gustado que formaran parte de nuestra irrelevante, insulsa y espectacularmente fracasada política internacional. Francamente, es para que nos preguntemos si no hubo una especie de acuerdo entre bambalinas para que nuestro Gobierno no se manifestara enérgicamente sobre esta cuestión. Con seguridad, las organizaciones ecologistas nacionales y mundiales habrán tomado nota de lo que bien podría ser una calculada omisión de nuestra diplomacia... pues que de algún modo hay que llamarla.

Ahora bien, poco a poco se va descubriendo que la condenable decisión francesa, más que un acto de arrogancia, es una admisión de inferioridad tecnológica, una admisión de que en ese terreno Francia juega, junto con China Popular, en la segunda división. En efecto --y no es que eso nos deba llenar de alegría--, en una reciente edición de The New York Times una alta autoridad del Departamento de Defensa reveló que Estados Unidos no necesita realizar pruebas "reales" para perfeccionar sus artefactos nucleares. Según esa fuente, Estados Unidos ha desarrollado su capacidad computacional hasta el punto de poder realizar simulaciones absolutamente confiables y evitar así la comisión del crimen ecológico que perpetran China y Francia.

Por supuesto, ninguna de las dos opciones contribuye a crear un deseable clima de seguridad ecológica y de paz, pero, al menos en el corto plazo, debemos rezar porque el retraso tecnológico de Francia llegue a su fin antes de que monsieur Chirac termine de contaminarnos totalmente el Océano Pacífico que, pese al silencio cómplice de nuestro Gobierno, también nos pertenece.

Dicho sea de paso, igualmente es condenable la barbarie de los fundamentalistas argelinos que prueban sus armas explosivas convencionales en el subsuelo parisino. Civilizados tenemos que ser todos. Incidentalmente, y sin el propósito de aleccionar a quienes --sin ser franceses-- han dado por buenos los experimentos nucleares de Francia, vale la pena mencionar el caso de Robert S. McNamara, secretario de Defensa de Estados Unidos en las administraciones Kennedy y Johnson, quien desde hace varios años aboga por el desarme nuclear total. Es más, según una razonable interpretación del pensamiento actual de McNamara, Estados Unidos debería proceder a su desarme nuclear unilateral.

Claro que, como diríamos en Alajuela, eso puede ser, por ahora, too much.

Pero también c'est trop el que la francofilia lleve a gente de Alajuela, Heredia, Cartago y Saprissa a batir palmas por una boutade tan feíta como esa de las pruebas nucleares.