Legalización de fármacos recreativos, un problema de salud pública

Disminuir el crimen organizado mediante la despenalización de la marihuana es un sable del cual conocemos solo uno de sus filos

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En Portugal, la posesión de drogas que son ilícitas en la mayoría de los países, se considera un problema de salud pública y no de índole legal. Con ello se pretende dar un mejor acceso a los servicios de salud y, en parte, aminorar el estigma que pesa sobre los farmacodependientes.

El enfoque de Portugal indudablemente es acertado, pues no radica en si debemos o no legalizar la marihuana, porque su consumo se ha generalizado, sino en abordarlo desde la salud pública.

Legalizar la marihuana para uso recreativo, en buen principio, pareciera tener efectos positivos sobre el manejo del crimen organizado, ya que al eliminar la presión ejercida por los vendedores en escuelas y colegios y, prácticamente en cada esquina de los pueblos y ciudades, se reduciría la criminalidad organizada.

Los opioides sintéticos

El detalle es que no es la marihuana la droga que está causando estragos en Norteamérica, sino el uso de opioides sintéticos, drogas altamente adictivas y mortíferas, cuyo uso es de dimensiones colosales y convierte a quienes la usan en zombis. Su adicción lleva a la muerte, a tal punto, que se ha convertido en una pandemia.

Se administran en pastillas, en polvo o en cristales. Se pueden inhalar, fumar, inyectar o ingerir. Son sumamente baratas, más baratas que drogas de origen vegetal como la cocaína, el opio o la marihuana. Y más destructivas que cualquier químico que conozcamos de uso recreativo.

En el proceso de legalización de la producción y consumo del cannabis, el mayor riesgo a considerar no es que este se consuma a edades más tempranas o que un determinado lugar se convierta en un destino turístico para su consumo —como sucedió con Países Bajos—, sino que su consumo inevitablemente va a llevar a un segmento de quienes la utilizan, al requerir algo más fuerte y barato, ya que el consumo excesivo de drogas lleva con frecuencia a la pobreza y la indigencia.

El consumo de drogas administradas bajo supervisión médica es un mal indeseado pero necesario bajo algunas circunstancias. Especialmente, en cuanto al manejo del dolor físico y psicológico, pero su uso recreacional es un túnel cubierto por una sombra gigante que conduce al uso de sustancias como el fentanilo, cuyas muertes por sobredosis, en San Francisco, California, en el 2021, representaron el 40% de todas las muertes por abuso de drogas recreativas.

Disminuir el crimen organizado mediante la despenalización de la marihuana es un sable del cual conocemos uno de sus filos, pero desconocemos la finura de su punta, su empuñadura y envergadura.

El fentanilo

El principio precautorio que se aplica cuando no hay certeza científica, y, básicamente lo podemos traducir como “en caso de duda no la haga”, debe prevalecer sobre cualquier otro principio bioético al momento de valorarse la legalización del cannabis.

Se trata de una planta noble, indudablemente útil, sutil y para algunos hasta aromática, sus derivados y aceites benefician a muchos, pero detrás de su uso recreativo se esconde la pobreza, los problemas sociales, el crimen organizado y el monstruo dantesco del fentanilo, cuyo costo social es inimaginable.

Algunos estados de Canadá y Estados Unidos incluso han sido declarados en crisis, con presupuestos extraordinarios para atender las sobredosis, muertes, ayuda social, apoyo psicológico y otros tantos gastos asociados para atender comprensivamente la adicción.

Si nuestro retardado sistema social tarda más de un año en interpretar un TAC por falta de profesionales, es de esperar que el número de muertes por uso de fentanilo sea superior al 40% de todas las sobredosis reportadas en un par de distritos del Estado de California.

En EE. UU., entre el 2019 y el 2022, ha habido un aumento del 94% de muertes, según el Centro para el Control de Drogas y Enfermedades de ese país. Se calculan 200 muertes diarias asociadas al fentanilo, una droga 100 veces más potente para aliviar el dolor que la morfina.

Coincidentemente, desde el 2017 (durante la administración de Barack Obama), el gobierno federal no puede interferir en la regulación de la marihuana y deja a cada Estado su normalización.

Siendo que el consumo ha aumentado, hay una evidente correlación entre el alza en el consumo de marihuana, su legalización y el incremento del consumo de opioides sintéticos, observándose que, es justamente dentro del periodo del 2019 al 2021 que ha aumentado significativamente las muertes por consumo de fentanilo, llegando a 71.000 en el 2021.

La legalización

Un reporte de la ONU, del 9 de marzo, afirma que “la legalización del cannabis no ha logrado reducir el consumo de drogas y los mercados ilícitos de narcóticos persisten” y alerta sobre la liberación de la marihuana y el consumo de opioides en Norteamérica.

Esta correlación podría indicar que, al menos parcialmente es debido a la legalización de la marihuana que aumenta el consumo de la opioides sintéticos, concluye el informe de las Naciones Unidas, y detalla que “el objetivo era disminuir o eliminar el crimen organizado que se dedica a la venta de cannabis y no se ha logrado”.

Una de las razones por las que la legalización del uso recreativo de la marihuana no disminuye su venta ilegal, es porque los mercados negros podrían estar ofreciendo productos con mayor contenido de THC (compuesto psicoactivo) a precios más competitivos, entrega a domicilio inmediata, crédito sin respaldo y mayores ganancias del intermediario, quien ejerce una presión continua sobre los más jóvenes para esclavizarlos bajo el consumo de estas sustancias.

El autor es ex Fullbrighter en Biología Molecular. Bioeticista, graduado en la Pontificia Universidad Regina Apostolorum, en Roma, Italia; y teólogo, graduado del Angelicum, en Roma; y del Saint Joseph College and Seminary, en Nueva York, Estados Unidos.