Las vedas y los estudios

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Recuerdo que cuando fui presidente de la Cámara de Exportadores de Productos Pesqueros (Canepp) le propusimos al entonces ministro de Agricultura José María Figueres una veda de la langosta del Pacífico, de enero a junio de cada año, y la prohibición de pescar langostas de menos de cuatro onzas de peso.

Por increíble que parezca, se nos opuso un biólogo marino del departamento de Pesca y Acuicultura del Ministerio, pues sostenía que debía hacerse un estudio para conocer con exactitud los periodos más adecuados de veda.

La tesis nuestra consistía en que mientras esperábamos el estudio íbamos a quedarnos sin el recurso y que en los primeros seis meses del año era cuando se registraban los precios más bajos del mercado, por lo cual los pescadores obtendrían más ganancias en el segundo semestre. La prohibición por tamaño protegía la cosecha de los siguientes años.

A don José María le gustó la idea e impuso la veda. Nunca habíamos visto cantidades tan grandes de langosta del Pacífico después del primer semestre de veda y los pescadores estaban encantados.

En el segundo periodo de la prohibición, en una reunión en Sámara, en la cual participamos junto con funcionarios de la oficina de pesca del Ministerio de Agricultura, me llenó de tristeza ver que en el tercer punto de la agenda estaba el asunto de la veda de la langosta. Creí, erróneamente, que los pescadores deseaban eliminarla.

Cuál fue mi sorpresa al percatarme de que la queja era por los pescadores de pececitos de colores que durante la veda sacaban langostas para vendérselas a los restaurantes y pedían más control policial.

Otra vez los estudios. El decreto de veda fue eliminado en la siguiente administración por influencia del mismo biólogo, y veinticinco años después no tenemos langosta negra del Pacífico y tampoco estudio.

Vemos con horror cómo, sin ninguna pena, se consumen, en restaurantes famosos de San José, langostas que no llegan ni a los dos onzas (les faltaba mucho camino para llegar a la edad de aparearse). No existe prohibición para estos locales comerciales ni para los transportistas ni para los pescadores.

También, desde la Cámara, abogamos a principios de los 90 por una veda del pargo rojo, durante el mes de setiembre, pues es cuando arriban grandes cantidades de esta especie, especialmente en el golfo de Papagayo y sus alrededores.

La información de varios pescadores indicaba que se encontraban muchas hembras con huevas. Otra vez nos topamos con que no había estudio para demostrar que la especie se estaba reproduciendo en esa época del año.

Veinte años después no sale ni el 10% de la producción de aquellas épocas y todavía estamos esperando los estudios.

Nuestra Cámara, junto con el Colegio de Biólogos de Costa Rica, milagrosamente logró controlar el conteo de aletas versus los cuerpos de los tiburones.

Fuimos el primer país en el mundo en tener un control sobre el aleteo y recibimos felicitaciones de varias organizaciones mundiales. Por fortuna, en esta ocasión no nos pidieron un estudio previo.

El reglamento preveía que de no haber inspectores disponibles en el Incopesca, era posible contratar biólogos del Colegio por un precio específico, lo cual le dio mucha flexibilidad.

Propusimos en algunos foros la prohibición de la pesca por tamaño, según especie, todo el año, pero también topamos con la misma excusa: la falta de estudios que demostraran cuál era el tamaño adecuado de cada especie.

En estos días, ni siquiera existen penas altas para quienes quebranten la ley o pesquen sin permisos en nuestras costas.

Los cocodrilos. Por el contrario, tenemos el caso de los cocodrilos. La caza está prohibida y hasta se castiga con cárcel la captura de tan solo uno.

La población aumenta cada año porque su único enemigo es el hombre. Y también cada año aumentan los ataques a personas. Ya se han visto cocodrilos en muchas playas visitadas por turistas.

En nuestro país, peligrosamente, impera en muchos casos el criterio de una minoría sobre el sentido común.

Es natural que siempre nos encontremos con personas en contra de los controles, pero debe imponerse el sentido común, ese que nos indicó que si no había estudio ni posibilidades de tener uno en un tiempo muy corto, lo más sensato era imponer una veda cuando el precio del producto era el menor. Mientras tanto se llevaba a cabo el estudio.

Lo mismo con el pargo rojo en setiembre. Debido a las grandes cantidades de producto que salían en ese tiempo, el precio se desplomaba rápidamente, por lo cual una veda no generaría mayores pérdidas al pescador, pero era muy probable que las ganancias fueran enormes al permitirse la repoblación.

¿Cuántos años y cuántas personas heridas o muertas tenemos que esperar para que se haga un estudio que demuestre la necesidad de comercializar parte de la población de cocodrilos por medio de la caza controlada? ¿Cuántos pescadores deben arruinarse o morir de hambre antes de decidir imponer vedas fijas al mes, por tamaño o zona?

¿Cuántos años vamos a esperar para que los políticos no teman imponer vedas aunque haya protestas o tengan la oposición de las minorías?

Héctor Fernández fue presidente de la Cámara de Exportadores de Productos Pesqueros (Canepp).